Por Javier López, secretario general de CCOO de Madrid
Por fin se han visto las caras. El mismo día que Mariano Rajoy eligió para ser designado como candidato del PP a las próximas elecciones generales, anunciando que quiere gobernar España “como Dios manda”, Esperanza Aguirre se iba a la Moncloa para entrevistarse con el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. En este ambiente político preelectoral el resultado de la reunión se presentaba del todo imprevisible, sobre todo a la vista de los continuos enfrentamientos entre la Comunidad de Madrid y el Gobierno de España. La R-6, el cierre de la M-50, la vivienda, los agentes forestales, las obras de la Puerta del Sol, las Cercanías de RENFE, la asignatura de Educación para la Ciudadanía…
Sin embargo, en este caso y no sabemos por cuanto tiempo, presidente y presidenta decidieron hablar de Madrid y los muchos escenarios de confrontación se convirtieron en espacios para el acuerdo o, al menos, para la exploración de soluciones compartidas.
No es mala noticia para unos madrileños demasiado habituados, extenuadamente acostumbrados, innecesariamente espectadores, de una tensión política en la que parecen ventilarse cada día la unidad de la patria o la naturaleza y existencia de los peores demonios que condujeron a los más sangrientos episodios nacionales. No es mala noticia que políticos de diferentes y encontrados partidos, pero elegidos por los ciudadanos para gobernar instituciones del Estado, se sienten a hablar serenamente de los problemas de la ciudadanía con voluntad de concluir acuerdos.
Eso y no otra cosa es lo que desean quienes les eligieron para gobernar el país, la Comunidad Autónoma, un Ayuntamiento.
Madrid es la región capital de España. El Gobierno de España tiene sus sedes principales en Madrid. El poder legislativo y judicial tienen sede en Madrid. El Jefe del Estado vive en Madrid. Madrid es el Ayuntamiento que alberga la capital y la Comunidad de Madrid es la región capital. Madrid es escaparate, rompeolas, espejo de las Españas. Cuanto ocurre en Madrid levanta olas concéntricas en todas las Españas.
Vivir en Madrid, más allá del centralismo que los propios madrileños hemos sido siempre los primeros en padecer, implica un poco sentir el vértigo de quien está siempre en el ojo del huracán y demasiadas veces en el punto de mira de los peores demonios que amenazan la convivencia pacífica. Vivir en Madrid implica la responsabilidad de ser siempre como quieres que te vean. La sensación de vivir en la frontera de todos los cambios, en lo bueno y en lo malo. Vivir Madrid es apasionante pero duro, muy duro.
Por eso es de agradecer que quienes nos gobiernan decidan hablar de nosotros y ponérnoslo fácil. Aunque se equivoquen y tengamos a veces que enmendarles la plana. Preferimos que se equivoquen juntos y decirles juntos qué queremos, cómo lo queremos y por qué.
Está bien que hablen del futuro del Aeropuerto de Barajas, de la cárcel de Carabanchel y su deseado hospital, del reforzamiento y cooperación en la gestión de las Cercanías de RENFE. De las infraestructuras de carreteras y autovías, aunque no nos satisfaga que Aguirre quiera taladrar el Monte de El Pardo o percibamos amenazas ciertas a trazados alternativos de la A-6, empeñados como estamos en defender Guadarrama y los cada vez más escasos espacios naturales madrileños. Escasos, imprescindibles, amenazados.
Ya puestos, si han sido capaces de dar este primer paso, creo que no les pedimos demasiado, si sugerimos que hablen también, con serenidad, con lealtad, con voluntad de acuerdo de cooperación para combatir la siniestralidad laboral, de políticas de integración laboral y social de los inmigrantes, de facilitar el acceso a una vivienda digna, de política industrial, innovación y desarrollo tecnológico, investigación, empleo estable, cualificación de los trabajadores, igualdad de la mujer, sanidad, educación, la protección del medio ambiente, o la puesta en marcha de la Ley de Atención a las personas en situación de dependencia.
Son esas las políticas, las cuestiones de Estado, en las que los madrileños nos jugamos el futuro, la calidad de nuestras vidas. Son las cosas en las que sólo la cooperación del Estado, la Comunidad Autónoma, los ayuntamientos, pueden alcanzar logros. Son las cosas que los trabajadores madrileños, que CCOO, como primer sindicato de esa región, demandamos, reclamamos, necesitamos. Por las que seguiremos trabajando desde la voluntad y el deseo de que quienes nos gobiernan nos lo pongan fácil. Queremos hablar de Madrid.