Asedio a nuestras pensiones

marzo 12, 2018

Hace tiempo que el sector privado, especialmente la banca y grandes aseguradoras, viene calentando motores para convertir en negocio las sustanciosas cantidades de dinero empleadas en el pago de las pensiones públicas. Hablamos de 140.000 millones de euros cada año, que harían las delicias de unas entidades que tienen mucho que ganar y nada que perder en esta ofensiva.

La salida de la recesión económica (lo de la salida de la crisis es mucho más discutible), ha hecho que los grandes de España hayan decidido mandar por delante, ya hace meses, a sus cohortes de avezados exploradores, soldados de fortuna mediáticos, economistas de cabecera a los que se pagan estudios de encargo, a sus predicadores mediáticos, a vender las bondades de los sistemas privados de pensiones, frente a un sistema público que estaría irremisiblemente al borde de la quiebra inmediata. Quienes fueron incapaces de prevenir y luego gobernar la crisis, quieren ahora salir inmensamente ricos de la misma.

Curiosamente, esta cantinela es la misma que ya se entonaba, no menos ardientemente, en las inmediaciones de la firma del Pacto de Toledo, a mediados de los 90 del siglo pasado, que daba carta de naturaleza a los sistemas complementarios y privados de pensiones, pero que incorporaba otra muchas medidas que han asegurado la viabilidad de las pensiones hasta nuestros días.

Es verdad que la crisis ha destruido mucho empleo, ha debilitado los salarios y que la reforma laboral ha permitido que el empleo se precarice. En consecuencia los ingresos de la Seguridad Social se han resentido. Pero eso no debería hacer que unos cuantos espabilados aprovechen la ocasión para llevar adelante sus cada vez menos inconfesables deseos: privatizar la gestión del sistema de pensiones.

Además, los famosos fondos de pensiones privados, han sido a lo largo de estas últimas décadas, un gran fiasco, sobre todo para quienes han metido ahí sus ahorros. Ya nos podemos dar con un canto en los dientes si no hemos perdido una parte de lo ahorrado. Su rentabilidad ha sido mínima, con lo cual, lo más fácil es que hayamos perdido buena parte del poder adquisitivo de lo allí invertido. La media de los mayores fondos españoles rondan el 1´8 por ciento de media.

Las altas comisiones cobradas y el desinterés en la gestión de la rentabilidad de esos fondos, son denunciados por muchos economistas como las causas de este estrepitoso fracaso. Sin embargo, ese es el modelo que se pretende impulsar desde el gobierno, la banca y las aseguradoras.

Un ejemplo lo tenemos en las medidas adoptadas por el gobierno en su Consejo de Ministros, con su Real Decreto que pretende hacer más atractivos, e impulsar los Planes de Pensiones privados. El segundo, esas declaraciones en las que el propio Mariano Rajoy da consejos a los españoles (se entiende que, sobre todo, a los parados, a los precarizados y a los empobrecidos salarialmente), que ahorren para complementar sus pensiones y la Educación. Esta referencia a la Educación da que pensar sobre el futuro que se pergeña en la cabeza del Presidente.

Sin solución de continuidad, nos topamos con que Pilar González de Frutos, la Presidenta UNESPA, la patronal que aglutina a las entidades aseguradoras del país, junto a un tal Angel Martínez-Aldama, Presidente de INVERCO, la Asociación de Instituciones de Inversión Colectiva y Fondos de Pensiones, acuden a la Comisión de Seguimiento del Pacto de Toledo, esa que preside en el Parlamento la archifamosa Celia Villalobos y se lían la manta a la cabeza con medidas del corte de que los pensionistas deberían vender su casa y con ese dinero las aseguradoras que ella representa, te dan una renta vitalicia.

Es curioso que Pilar González de Frutos haya pasado de trabajar durante más de 9 años en la entidad pública empresarial denominada Consorcio de Compensación de Seguros, dependiente del Ministerio de Economía, a ocuparse de la Dirección General de Seguros y Fondos de Pensiones con los gobiernos de Aznar, para pasar inmediatamente a presidir la ya mencionada agrupación de las aseguradoras españolas UNESPA, cargo en el que ya lleva más de 14 años. En 2015 fue nombrada Presidenta de la Federación Interamericana de Empresas de Seguros y en 2016 fue designada Presidenta del Consejo Social de la Universidad Complutense, por el gobierno madrileño del PP.

Si una mentira se repite lo suficiente, acaba por convertirse en verdad, decía el ya mencionado jefe de propaganda alemán. Someter las pensiones a las “leyes del mercado”, convertir las pensiones en oportunidad de negocio, parece el interés prioritario de ese conglomerado político-empresarial de puertas giratorias que nos gobierna.

Pues bien, de eso se trata hoy en España. De comprobar si los intereses creados de esos grupos de poder terminarán por imponerse, a base de mentiras y medias verdades, convirtiendo las pensiones en el negocio del siglo. Si lo permitiremos, o seremos capaces de asegurar la dignidad de la vida de quienes son hoy mayores y de quienes lo sean mañana.


Heraldos del 11-M

marzo 12, 2018

Aquel 11 de Marzo salí temprano de casa. Había una asamblea de CCOO en Alcalá de Henares y tenía que intervenir en la misma. Afrontábamos un Congreso muy complicado y el debate estaba siendo muy intenso. Iba dándole vueltas a la cabeza y pensando en la intervención que tenía que realizar. Llevaba la radio puesta y de pronto la voz de un locutor hizo que tuviera que dar la vuelta y regresar a Madrid.

Algunos trenes que venían hacia Atocha cargados de mujeres y hombres, trabajadoras, trabajadores, estudiantes, habían sido detonados desde dentro en un suicidio programado. No teníamos memoria de tal brutalidad. Tal vez los más mayores podrían haber recordado los bombardeos de la Guerra Civil. Madrid se llenó de Heraldos Negros, aquellos de los que hablaba César Vallejo, dejando a su paso esa resaca de todo lo sufrido que se empoza en el alma,

Heridos repartidos por todos los hospitales. IFEMA se convirtió en un tanatorio inmenso. Familias que buscaban por todo Madrid a sus personas desaparecidas. La ciudad se había convertido en uno de esos escenarios de guerra que sólo habíamos visto en las pantallas de la televisión. Esos escenarios contra los que Madrid se había movilizado intensamente  durante meses.

Desde entonces han ocurrido muchas cosas en España. Cambios de gobierno, teorías de la conspiración prefabricadas en despachos de poderosos clanes, una crisis económica brutal, aprovechada para reorganizar el poder económico a costa de los recortes y el deterioro de las condiciones de vida y trabajo de la mayoría de la población.

Hasta la política ha vivido una reestructuración profunda, en la que los disfraces y las máscaras cambian para que la esencia patria siga igual. Porque quien crea que las políticas de reparto se deciden en el parlamento, se equivoca. Ni tan siquiera se deciden en La Moncloa, sino en los mismos despachos de los opulentos clanes que diseñaron al argumentario de la teoría de la conspiración.

Sin embargo, cada año, las sombras de los Heraldos Negros se ciernen sobre Madrid, para recordarnos lo vulnerables que somos y lo frágil que es cada una de nuestras vidas, así tomadas de una en una. Y eso, pese al esfuerzo colosal que este país despliega con implacable obstinación para olvidar cuanto de malo nos ha ocurrido.

Olvidar la Guerra Civil, olvidar las cunetas, los desaparecidos, las cárceles, los muertos durante la represión franquista. Olvidar la Transición, la incómoda memoria de los Abogados de Atocha, olvidar el 23-F. Y el No a la Guerra, el Nunca Mais a un desastre como el del Prestige. Olvidar los excesos del endeudamiento público y privado que hicieron que pagáramos la crisis con una brutalidad inusitada.

Olvidar, para volver a la fiesta, para reanudar las andanzas a la primera oportunidad. Volver a ese akelarre patriótico al que llamamos emprendimiento y que consiste en resucitar burbujas inmobiliarias, negocios sucios, puertas giratorias, nepotismo, clientelismo, negocios cautivos. Han descubierto que lo inmobiliario no puede ser monocultivo y se aprestan a cultivar en paralelo nuevos negocios en los que han venido ensayando fórmulas diversas, pero siempre metiendo mano en los recursos públicos, en las pensiones, en la sanidad, en la educación, en los servicios sociales.

Olvidar. Olvidar el 11-M. Las miles de personas heridas. Las casi 200 personas fallecidas. El mayor número de muertos que Europa haya sufrido en un atentado terrorista. Olvidar que esos terroristas no vienen de Siria, ni de Afganistán, ni de Irak (allí se producen la inmensa mayoría de las muertes causadas por el terrorismo yihadista), sino de nuestros propios barrios.

El 11-M vuelve a convertirse en un momento para el dolor, para el recuerdo y la memoria, pero también para la reflexión sobre el mundo y la sociedad en que vivimos, con todo lo bueno y lo malo que nos habita y nos rodea. Con todo aquello que toleramos sin que debiéramos transigir y con cuanto deberíamos esforzarnos en empujar para que fuera, sin que hagamos cuanto está en nuestra mano para hacerlo posible. Un momento para recomponer el compromiso social que permite nuestra convivencia.

La locura se desencadena a veces sin motivos claros y sin previo aviso. La condición humana sigue teniendo zonas oscuras, desconocidas, imprevisibles. Pero eso no puede convertirse nunca en justificación, sino en acicate, para remover la desigualdad y la injusticia, para intentar prevenir las causas que un día confluyeron y desataron un desgarro incurable en unos trenes que venían hacia Atocha.


Un día de huelga feminista en la vida de Manuel

marzo 12, 2018

Se levantó Manuel un poquito más tarde. Era día de huelga, pero no día de libranza. Además, su hijo se despertó antes, imbuido de emociones adolescentes por participar por primera vez en una huelga estudiantil que, siendo huelga feminista, no tenía que ser  ni un poquito menos huelga.

Eso ya lo tenían hablado. Su mujer, su hijo, él mismo lo tenían muy claro. Esta huelga era tan huelga como cada huelga. Y tan general como las más de diez huelgas generales que la habían precedido. Pero, a la vez, era mucho más que una huelga laboral. Porque no se trataba sólo de no ir a trabajar. Se trataba de no consumir. Se trataba de no estudiar. Y se trataba de que las mujeres no hicieran, este 8 de Marzo, todas esas tareas de cuidados que habitualmente se ven  obligadas a asumir sin concurso de varón.

Manuel tiene un empleo con contrato fijo y seguro. Tiene cierta flexibilidad y puede hacer  huelga sin grandes costes, más allá de la parte del salario que pierde. Su mujer, sin embargo, tiene un contrato temporal y sólo de unas cuantas horas al día. Un empleo que pone en riesgo participando en la huelga. No mañana mismo, sino cuando toque la renovación del contrato.

Por eso Manuel y su hijo decidieron ir a la huelga. Uno a la laboral y otro a la estudiantil. Hicieron las camas, recogieron la casa, prepararon algo de comida y se fueron a dar un paseo para otear el ambiente. No hicieron compra. Fueron a ver a la abuela. Volvieron a casa, comieron, reposaron la comida y asistieron a la festiva e intensamente reivindicativa manifestación de mujeres y de muchos hombres.

Es cierto que algunas mujeres decían que había que trabajar, en esta huelga, a la japonesa y otras que decían que los hombres no pintan nada en esta huelga. Que se trataba de  demostrar que sin mujeres las cosas no funcionan. La mayoría de chicas del instituto hicieron la huelga y algunos chicos también, aunque en esto había división de opiniones y alguna compañera argumentaba que las mujeres habían sufrido mucho y ahora tenían que sufrir los chicos yendo a clase el día de la huelga.

Hicieron la huelga porque muchas mujeres lo tienen mucho más difícil que ellos y no pudieron hacer la huelga. Y por las mujeres que no tienen trabajo. La hicieron, también, por las mujeres mayores, como la abuela y como esa Paquita que sale por la tele, que ven las pensiones amenazadas. Pensiones miserables, con subidas anuales mezquinas.

Y esto de la igualdad va de justicia y solidaridad. Así se lo enseñaron su madre y su padre. Y los padres y las madres de su madre y su padre. La huelga es un derecho de todas y de todos. Y, si la causa es justa (y esta lo era) necesita el apoyo y la solidaridad de todas y todos, sin excepciones. Porque todas y todos tendremos que vivir en el mundo resultante.

Solidaridad y justicia con las mujeres víctimas de maltratos. Y con las que tienen empleos basura, temporales, precarios, a tiempo parcial y mal pagados. Y con las que se tiran años en el paro. Y con las que estudian más que muchos chicos y terminan siendo dirigidas y orientadas hacia profesiones “feminizadas”, mientras que las profesiones técnicas y los puestos de dirección son ocupados invariablemente y con carácter general por hombres.

Manuel, su hijo y su mujer hicieron huelga en todas sus modalidades. Hoy asisten a la ceremonia de la confusión. Muchos hombres poderosos y algunas mujeres con poder dicen que la huelga ha sido un fracaso. Que tampoco se notó tanto en las empresas y en los comercios. Por contra, muchas mujeres y algunos hombres creen que la huelga ha salido muy bien. Y que, en todo caso, las manifestaciones han sido de las más impresionantes que han recorrido las ciudades españolas.  Que nadie puede ya sostener que la discriminación no existe. Que hasta la derecha y la mayor parte de la Iglesia, salvo algunos obispos de convicciones ancladas en posiciones anteriores al Concilio Vaticano II, han reconocido que la causa es justa. Que ni los empresarios, aunque mañana no renueven el contrato temporal de muchas mujeres, tampoco se han atrevido a combatir demasiado los argumentos de la huelga. Que las manifestaciones fueron masivas y que las mujeres que pudieron hacer la huelga laboral, sin graves amenazas de perder su empleo,  la hicieron.

No saben qué resultará de todo esto, pero tienen claro que la igualdad no tiene vuelta atrás. Que no se podrá construir un mundo futuro, en libertad, sin que mujeres y hombres se relacionen de igual a igual. Y que esa es una lucha para toda la vida, que comienza aquí, en casa, y continúa en el instituto y que hay que llevarla a los centros de trabajo y a toda la sociedad. Que las leyes son importantes, pero que son papel mojado si no son el reflejo y el resultado de una tendencia imparable que recoge el sentir abrumador de una sociedad.


La educación de las personas

marzo 12, 2018

Uno de los mejores efectos que ya está reportando la Huelga General Feminista, es la cantidad de programas y debates que se están produciendo sobre la situación de las mujeres en nuestra sociedad. Pocas veces, yo creo que nunca, se ha escuchado hablar y debatir durante tanto tiempo y con tanta intensidad, sobre acoso sexual y violencia de género; brechas salariales, temporalidad, precariedad y baja calidad del empleo; tareas domésticas y cuidado de las personas en el entorno familiar; necesidad de una educación que apueste por la igualdad.

Es verdad que el debate se enturbia un poco cuando hay quienes intentan desviarlo hacia temas coyunturales, como la necesidad o no de una huelga; si es una huelga de mujeres, o de mujeres y hombres; si es una huelga laboral de dos horas por turno, o de jornada completa; si hay que hacer una huelga convencional, o a la japonesa. Cosas que no deberían ocultar, en ningún caso, la realidad de una sociedad desigual, en la que las mujeres se han llevado y se siguen llevando la peor parte.

Las propias organizaciones convocantes, feministas y sindicales, de la huelga han dejado claro que de lo que se trata es de escenificar un impresionante ¡Basta! No podemos seguir así. La huelga laboral, de cuidados, educativa y de consumo; las masivas manifestaciones que recorrerán las calles, son tan sólo instrumentos al servicio de esta voluntad  de cambiar una situación insostenible.

Sigo los debates atentamente y, en casi todos ellos, terminan llegando a un lugar común, el de la educación como forma de corregir y prevenir estos males. Siempre hay algún tertuliano, o tertuliana, que viene a decir que en las aulas, las profesoras y los profesores tienen que explicar a los chicos y chicas, que tienen que crecer sabiendo que hay que compartir las tareas de casa.

Me parece bien, pero, la verdad es que siempre he visto que quienes han enseñado en los colegios e institutos a mis hijas y a mi hijo, han trasladado esos mensajes en las aulas y han provocado debates educativos en sus clases, tras los que, al menos formalmente, las conclusiones igualitarias y no discriminatorias han quedado muy claras. Incluso, de acuerdo con las Asociaciones de Madres y Padres, han promovido charlas, reuniones, talleres, seminarios, en los que se han abordado estos temas.

Por lo tanto, sin obviar la importancia de esta labor en los centros educativos, creo que la clave principal está en otros sitios. Para empezar, creo que madres y padres somos los principales responsables de la educación de nuestras hijas e hijos. Obsérvese que no digo de su aprendizaje, porque llegarán a saber mucho más de lo que nosotras y nosotros podamos enseñarles, No, digo de su educación, de la conformación de sus principios, su ética personal. Y todo  ello enseñando con el ejemplo.

Si no vivimos igualdad en la familia, difícilmente el colegio podrá inculcarla. Ya deberíamos de tener claro que lo que la Naturaleza no da, Salamanca no lo presta. La familia es la primera y mejor escuela para la vida. Vale que trabajamos mucho, tenemos poco tiempo, demasiadas preocupaciones y venimos de una sociedad que era como era en estas cosas de la igualdad. Pero eso son sólo disculpas de malos pagadores.

Pero luego, junto a la familia y tras ella, entran en juego los modelos sociales, los roles que nuestras hijas e hijos aprenden a través de los medios de comunicación, o los videojuegos, las películas que ven. Los grupos de amigos en la adolescencia y la juventud reproducirán todo esto y, al final, llegará un puesto de trabajo temporal, precario, mal pagado, por el que hay que competir y en el que hay que competir, en lugar de cooperar, colaborar y trabajar en equipo.

No es en la escuela, ni en las aulas, donde estamos reproduciendo un modelo patriarcal y casposamente machirulo. Creo que deberíamos hacérnoslo mirar, o mirarlo nosotros y nosotras mismas, sacar nuestras conclusiones y obrar en consecuencia, en todos los ámbitos, si queremos que  desde ahora mismo las cosas comiencen a cambiar y podamos construir un país de mujeres y hombres libres, iguales y más felices.


La huelga de las Aguederas

marzo 12, 2018

Llamo una mañana a mi amiga Yolanda para preguntar acerca de una actividad que anda preparando y me cuenta que me está contestando la llamada desde su pueblo,  Riaguas de San Bartolomé, en la provincia de Segovia. La pillo, al parecer, preparada para embarcarse en la fiesta de las Aguederas. Y me espeta no sé qué de un precedente de la Huelga Feminista del 8 de Marzo. Me suena a surrealista. Como si me estuvieran hablando de otro mundo, o desde otro planeta.

Me olvido de los cursos y del motivo de la llamada y le pregunto qué es eso de las aguederas. Al parecer todo este asunto viene de lejos. Me dice que las aguederas de su pueblo le han contado que son herederas de aquellas mujeres segovianas que un día tomaron el mando y defendieron la ciudad frente a los franceses.

En esto hay versiones, según he podido comprobar después, que se remontan a la conquista del Alcázar de Segovia a los musulmanes, gracias a una estratagema urdida por las mujeres segovianas, que entraron engalanadas y bailando una ronda en la fortificación y distrajeron a los soldados de guardia, facilitando así la entrada de las tropas cristianas.

Desde entonces, cada 5 de febrero se acogen a la protección de Santa Águeda, abandonan sus casas, toman el poder en el pueblo, establecen puestos de control en los caminos de acceso para cobrar un impuesto de portazgo, eligen alcaldesa y le entregan su bastón de mando.

El motivo de elegir a Santa Águeda como patrona, se encuentra en la santa italiana, originaria de Catania, en la isla de Sicilia, que había consagrado su virginidad a Dios, víctima del acoso sexual del procónsul Quintianus (Quinciano, o Quintiliano en otros sitios). Y del acoso, como si hoy mismo fuera, pasó a la violencia de género. La encerró en un prostíbulo. De ahí a la tortura y a cortarle los senos. No contento con ello, ante la indomable determinación de Águeda, la arrojó sobre carbones ardientes, tras lo cual la arrastró por toda la ciudad. Cuentan las crónicas que tanto había sufrido que gritó de alegría en el momento de morir.

En Zamarramala, ese día, eligen a la Matahombres de Oro, una distinción que se concede a aquellas mujeres que destacan por la defensa de lo que, en estos tiempos, llamamos la causa feminista. Entre las que han recogido el premio se encuentran mujeres tan diversas como  Amparo Baró, Rosa María Calaf, Eva Hache, Amparo Valcarce, Cristina Almeida. El premio en cuestión consiste en un alfiler que recuerda al que las mujeres escondían en el refajo para evitar que los hombres se propasasen en bailes y fiestas.

Leyendo algunas noticias que dan cuenta de las premiadas, reparo en que el año en que concedieron el premio a la deportista olímpica María Martín, la encargada de leer el pregón del día de Santa Águeda, fue una amiga de mis andanzas juveniles, allá por el Villaverde años 70,  Esther García, al parecer nacida en un pueblecito segoviano muy cercano a Riaguas y hoy directora de El Deseo, la conocida productora de los hermanos Almodóvar.

Este mundo es un pañuelo y va a ser verdad la Teoría de los Seis Grados de Separación, formulada por Frigyes Karinty hace ya casi noventa años, según la cual cada persona estaría relacionada con cualquier otra, por cinco conocidos, como mucho, que se podrían conectar con no más de seis enlaces, o pasos.

Bueno, he descubierto en las versiones de esta historia, fechas que no coinciden y acontecimientos que no cuadran. Pero lo cierto es que aquellas mujeres, se a como fuere, se habían ganado el derecho de Alcaldesado, para ellas y para sus hijas. El derecho a ser Alcaldesas y ostentar el poder en sus pueblos. Un derecho se ha consolidado en buena parte de Castilla y León y aún más allá.

Me dice Yolanda, que durante un tiempo fue alcaldesa de su pueblo, que su abuela se iba de casa el día de Santa Águeda, no trabajaba y dejaba al abuelo con sus nueve hijos. Comían, merendaban, bailaban. Una huelga general en toda regla. Me pide que, si un día cuento esta historia, hable de esa tierra de mujeres libres y poderosas.

Este año, cuando faltaba un mes para la Huelga General Feminista del 8 de Marzo, la premiada con el alfiler del Matahombres fue Ana Belén, que agradeció el premio afirmando que, Las mujeres han dicho basta(…) queremos vivir en igualdad. De eso se trata, efectivamente. De eso se ha tratado siempre. De vivir en igualdad.


8-M Algo más que una huelga

marzo 6, 2018

El 8 de marzo un buen número de organizaciones de mujeres y sindicatos, han convocado una Huelga General Feminista. El año pasado, una convocatoria similar en todo el mundo tuvo un éxito desigual, pero las manifestaciones feministas que recorrieron numerosas ciudades del planeta y de nuestro país fueron muy numerosas. Vivas nos queremos.

La muerte de mujeres a manos de sus parejas; el acoso sexual y la violencia de género; los problemas de un empleo cada vez más precario, parcial y temporal; la sobrecarga derivada del cuidado de las personas en el ámbito familiar; salarios inferiores, pensiones más bajas, encasillamiento en determinadas profesiones, temporalidad y trabajo a tiempo parcial, son problemas que no han encontrado, ni tan siquiera, sustanciales mejoras, a lo largo del último año.

Por eso, este año, cuando ante el 8 de Marzo, las organizaciones feministas volvieron a la carga con una convocatoria de Huelga General, las organizaciones sindicales se prestaron a convocar la Huelga General, también en el ámbito laboral.

De esta forma, la huelga se realizará en ámbitos distintos. De una parte la huelga laboral. Pero también una huelga de tareas y cuidados en el entorno familiar. Una huelga de consumo. Una huelga estudiantil. Un día acompañado de concentraciones, manifestaciones, actos públicos y, con toda seguridad, las manifestaciones más masivas que hayan recorrido España un 8 de Marzo.

La Huelga General Feminista se va a desarrollar por primera vez, en nuestro país. Tal vez por ello se ocasionan algunas confusiones y debates que pueden distraernos de los objetivos de la convocatoria.

¿Es una huelga de mujeres, o de mujeres y hombres? ¿Deben los hombres acudir al trabajo, o deben quedarse en casa atendiendo las tareas y cuidados  familiares? ¿Deben los estudiantes de sexo masculino acudir a las aulas? ¿Hay que hacer una huelga laboral de 24 horas, o una de 2 horas por turno de trabajo?

Hay voces que  indican que hay que parar todo durante todo el día. Hombres y mujeres juntos. Otras voces prefieren instar a que sólo sean las mujeres las que paran durante todo el día para demostrar que así para todo. Hay quienes argumentan que, si los hombres no paran, ¿quién va a cuidar a las personas que lo necesitan en la familia?

Para terminar de enredar la madeja, oigo a ministras, diputadas y presidentas de Comunidad Autónoma, dispuestas a hacer huelga de 24 horas, pero a la “japonesa”, que parece significar que van a trabajar sin descanso, hasta la extenuación y el agotamiento. Vamos, lo que el resto de mujeres viene a hacer día tras día.

Miren ustedes, a todas las mujeres y a todos los hombres de este país, nos conviene que la Huelga salga bien. Ni mujeres ni hombres (salvo los negacionistas de todo tipo, que tiene cierto peso populista), se atreven a negar las justas causas que esgrimen las organizaciones convocantes. La discriminación y la desigualdad, las brechas de todo tipo entre mujeres y hombres en nuestro país.

Por eso, lo mejor es que vayamos a la jornada de huelga y movilizaciones del 8 de marzo con serenidad y libertad. Quien quiera y pueda hacer la huelga, que la haga. Que ni gobiernos, ni empresarios pongan trabas que impidan el libre ejercicio del derecho constitucional de huelga y manifestación. Que todas y todos entendamos y adquiramos un compromiso cierto de remover los obstáculos que impiden una sociedad de mujeres y hombres libres e iguales.

En definitiva que las mujeres y hombres de este país entendamos que ha llegado el momento de decir, ¡Basta! Hasta aquí hemos llegado. Queremos vivir en igualdad.


Carta abierta a la ministra García Tejerina

marzo 6, 2018

Isabel,

Había pensado escribir esta carta a Esperanza Aguirre, con la que he tenido que vérmelas durante bastantes años. Pero todo ha cambiado cuando he leído unas declaraciones tuyas sobre la Huelga General del 8 de Marzo, en las que afirmas que Si a mí me preguntan, diría que mi manera de celebrarlo, sería con una huelga a la japonesa, trabajando más horas y demostrando la capacidad que tenemos las mujeres de este país”.

Pasas por ministra discreta y no se me había ocurrido que pudieras llegar a ser destinataria de una misiva como ésta, pero las declaraciones en cuestión tienen lo suyo. No es que yo no haya pensado y hasta defendido, en algún momento, desde mi profesión de maestro, que la mejor manera de hacer una huelga en la enseñanza y, por extensión, en aquellos servicios que combaten la desigualdad sea, precisamente, reforzar el trabajo diario a favor de la igualdad.

En mi caso, me parecía especialmente útil una huelga de profesoras y profesores, ocupando los colegios y los institutos durante 24 horas, invitando a las familias a compartir esas horas con debates, sesiones formativas, actos culturales, lecturas de poemas, microteatro, danza; cursillos rápidos de fotografía, autoedición, microeconomía, o sobre modelos de Estado; conferencias sobre arte, nanotecnología, redes sociales, economía del conocimiento, o marketing de la guerrilla; talleres de igualdad de género, elaborando comidas, escribiendo colectivamente comunicados dirigidos a toda la sociedad circundante y a los medios de comunicación.

Creo que en educación, sanidad, servicios sociales, residencias para dependientes y servicios de atención a las personas más desfavorecidas (los Nadies, los últimos, los condenados de la tierra, los pobres, los excluidos, los marginados…), este tipo de huelga podía ser muy exitosa. La verdad sea dicha, nunca tuve demasiada audiencia planteando estas cosas.

Pero tus afirmaciones, ministra, tienen lo suyo. Porque hablas de la Huelga Feminista. Y en este caso, quienes van a hacer la huelga, se aprestan a combatir la desigualdad de las mujeres que viven todo los días a la japonesa. Mujeres paradas, a menudo con cargas familiares, sin derecho a prestación alguna por desempleo. Mujeres que trabajan y se levantan de madrugada, para cumplir una dura jornada, casi siempre a tiempo parcial, pero partida y a libre disposición del empresario, con prolongaciones de la jornada a la carta, sin cobro de horas extraordinarias.

Mujeres que saben cuándo salen de casa, pero no cuando regresan para engancharse a ese trabajo sumergido, ni agradecido, ni reconocido, ni pagado, de las tareas domésticas y atención a los hijos y a las personas mayores dependientes, que no cubre la gubernamentalmente devaluada y siempre postergada atención a la dependencia.

Mujeres condenadas a trabajar en puestos de trabajo temporales, mal pagados, precarios, sin carrera profesional posible, sometidas al acoso laboral, cuando no al sexual y a la violencia de género. Mujeres que cuando lleguen a la edad jubilación se encontrarán con que no han generado derecho a la misma y cobrarán una escuálida Pensión No Contributiva, o tendrán derecho a una pensión miserable, de esas que no llegan al Salario Mínimo Interprofesional.

Es cierto que mucho más dura que tú ha sido la también vallisoletana Concepción Dancausa, Delegada del Gobierno en Madrid, que se ha permitido farfullar que  Yo no la haré. La huelga es partidista, izquierdista y anticapitalista y yo no soy nada de eso. Ancestral, pero eficaz argumentario sobre los rojos (en este caso, rojas) con cuernos y rabo. Más prudente ha estado Cristina Cifuentes quien, sin negar los motivos de la huelga, se ha sumado a tu iniciativa de hacerla a la japonesa.

Eres mujer y, por ello, deberías saber mejor que yo que esas mujeres de las que hablamos son mayoría en nuestra sociedad y que, ante ellas, tus declaraciones suenan a lo más parecido a una boutade, una ocurrencia, una extravagancia pretendidamente ingeniosa, que buscaba impresionar y ha resultado  provocadora.

Quiero atribuirlo a tu desconocimiento de la vida cotidiana y de la realidad de este país. No lo achaco a falta de estudios. Tu currículum es excelente. Si internet no miente, estudiaste en un colegio de la Compañía de María, allá en tu Valladolid natal. Luego, en la Politécnica de Madrid, Ingeniera Agrónoma. Y Derecho en Valladolid. Un Erasmus en Montpellier. Másteres sobre Comunidades Europeas, de nuevo en la Politécnica y ampliaciones de estudios en Chicago, Harvard, y Davis (California).

Loyola de Palacio se fijó en ti en el 2000 y te contrató, primero como asesora y luego como Secretaria General de Agricultura y Alimentación, en el Ministerio de Agricultura. Más tarde te ocuparías de lo mismo con Posadas y al final con Arias Cañete. Con un paréntesis entre 2004 y 2012, años en los que aprovechaste que los socialistas gobernaban, para utilizar una de esas puertas giratorias propias del Ministerio del Tiempo y convertirte en Directora de Planificación de una empresa agraria, FERTIBERIA, perteneciente al Grupo Villar-Mir y, de paso, consejera de de la sociedad mixta argelina de fertilizantes FERTIAL, del mismo grupo.

Allí, imagino, conocerías a mi tocayo, Javier López Madrid, el de Cajamadrid y Bankia, yerno del todopoderoso Villar-Mir, Consejero Delegado del Grupo, vocal en el Consejo de FERTIBERIA, amigo personal del hoy Rey de España y famoso compi yogui de la Reina Letizia. Hoy, caído en desgracia y dimitido de sus cargos, arrastra en su hundimiento al propio suegro, llamado por los jueces a declarar por su supuesta participación en diferentes escándalos de corrupción, sobornos y financiación ilegal del PP.

Ahora, bajo tu advocación de “ministra Tejerina”, has sucedido al “ministro Cañete”. Era cuestión de tiempo que recibieras un premio como éste por tu dedicación. No creas, me encanta que una mujer, sobradamente preparada, ocupe un puesto de tanta relevancia. Somos lo que somos porque antes fuimos el granero imperial. Tienes fama de prudente, pero esta vez, volvamos al motivo de la carta, te has venido arriba, sin necesidad alguna.

Trabajas sin horario y a tiempo completo, por eso ganas más que ningún otro de tus compañeros, o compañeras. Cuentan que los 66.000 euros que cobras como ministra, son una minucia, comparados con los beneficios de tu planta fotovoltaica, a los que hay que unir el rendimiento de tus inversiones en el Banco Santander, Telefónica, Pharma Mar, o Iberdrola.

Y a todo ello hay que sumar la herencia inmobiliaria de la familia vallisoletana, compuestas por sociedades, pisos, locales, acciones y dinero contante y sonante. Además del capital que has ido ahorrando y un sustancioso plan de pensiones. No te falta de nada, Isabel. Hasta ganaste el torneo de esquí de políticos a Cristina Cifuentes. Hasta tu firma es original y mercería un análisis grafológico detenido. Mira, yo creo que, por encima de Soraya (desgastada en cada conflicto en el que el Presidente Mariano se lava las manos), eras la esperanza blanca de Rajoy. Este patinazo en el hielo no te va a venir nada bien. O sí. Nunca se sabe.

Isabel, vivimos en un país en el que tiene que haber de todo. Seguro que me equivoco al hablar de ese mundo del que vienes, del que no conozco nada y del que sólo percibo sus consecuencias sobre nuestras vidas de Nadies. Pero convén conmigo que tú tampoco sabes nada de estas tierras en las que viven las mujeres (y hombres) que el 8 de Marzo irán a la Huelga.

Haz la huelga como te parezca. Si es a la japonesa, bien está. Pero deja que sean ellas las que deciden cómo hacen su huelga y cómo los hombres de por  aquí apoyamos esa movilización. A lo mejor terminas descubriendo que has vivido una fantasía y que el mundo real, con toda su dureza y con frecuencia dolor, tiene un punto de alegría, un ansia de libertad y un raudal de dignidad humana, que nunca encontrarás en el dinero, ni en el poder, que te rodean y cierran en torno a ti una dulce celda.

Con todo mi respeto, Ministra,


Educación de por vida

marzo 6, 2018

Esto de la educación parece ser un mantra al que todo el mundo recurre cuando no sabe qué decir, especialmente nuestra clase política cuando no sabe qué hacer. Si no hay trabajo es porque estamos poco preparados y hay que reforzar la empleabilidad con más educación. Si sigue existiendo violencia de género es, sin duda, porque algo falla en la educación.

La corrupción pervive porque nadie nos enseñó a evitarla y a mantener un comportamiento ético, ya desde la escuela. Somos incapaces de conseguir un nuevo modelo social y productivo a causa de que la educación no nos hace más innovadores y emprendedores. No cuidamos lo nuestro, incluido nuestro medio ambiente, porque hemos recibido una educación deficiente.

Si estas aseveraciones fueran verdad, bastaría reforzar el sistema escolar y concluir un amplio Pacto Educativo, para que nuestros problemas se solucionasen. Y eso, es bien sabido, no es verdad. La educación es un mecanismo de reproducción de comportamientos y valores arraigados en nuestra sociedad, en nuestra economía, en la cultura y en nuestra forma cotidiana de abordar la vida y las relaciones.

Claro que la educación puede impulsar y reforzar una tendencia, una decisión, una voluntad política de cambiar las cosas. Eso es innegable y se ha demostrado cuando algunas sociedades han decidido impulsar procesos de cambio profundo, como los que, evidentemente, este país necesita. Pero para ello las decisiones no hay que tomarlas en los centros educativos, sino en el conjunto de la sociedad, con convicción política.

Lo que es evidente y cierto es que formalmente (en centros educativos), o informalmente (en un centro de trabajo, en la familia, en el grupo de amigos, en el barrio…), nuestra formación es una tarea de por vida. En lo personal y en lo laboral, cada día es más evidente la necesidad de una formación continua.

Todos los organismos internacionales que conozco, recomiendan a los diferentes países que esa educación (especialmente la Formación Profesional) sea más atractiva, más flexible con las situaciones de las personas y más integradora.

Lo que nos quieren decir es que la participación de adultos en procesos formativos debería ser más elevada. En el caso de Europa, la media recomendada sería de una de cada cinco personas adultas de entre 25 y 64 años participando en procesos de formación permanente en el año 2020, cuando la media actual se mueve entre el 9 y el 11 por ciento, según la Encuesta de Población Activa (EPA).

Es cierto que cuando incluimos procesos de aprendizaje no formal la situación mejora, pero también pone al descubierto, en el caso español, la incapacidad demostrada para conjugar bien la Formación Profesional dependiente del Ministerio de Educación y la que desarrolla el Ministerio de Empleo a través del “subsistema” de Formación Profesional para el Empleo, sostenida por la cuota de formación que pagamos los trabajadores y que se comporta como un sistema paralelo e inconexo.

Los celos administrativos, el poder político sobre los recursos de cada ministerio y una larga trayectoria de desencuentros, independientemente del color político del gobierno, han conducido a este desastre. Y, sin embargo, hacerlo bien y hacerlo ahora, es una tarea imprescindible para nuestro futuro.

Me parece esencial promover una formación continua integradora en un país como España, en el que la mayoría de las empresas son pequeñas y eso dificulta la participación de millones de personas, de quienes más necesitan la formación. En un país en el que las mujeres soportan buena parte de las cargas familiares y sufren jornadas laborales irregulares, sometidas a contratos a tiempo parcial y temporales.

Además, por más que nos cuenten lo contrario, buen número de empleos son monótonos y rutinarios y los empleadores no perciben necesidad alguna de formar a unos trabajadores y trabajadoras que pueden sustituir (y de hecho sustituyen) fácilmente.

Un mercado laboral precario, con alta temporalidad y bajos salarios, es incompatible con la formación continua, a lo cual viene a sumarse que, para las empresas, la formación tiene un valor acotado en el tiempo. La innovación es constante y acelerada y lo que hoy necesitas aprender quedará obsoleto en un horizonte no muy lejano.

Un panorama de desorganización institucional de la formación continua como el descrito, desalienta a las personas y desincentiva a las empresas. Creo que, para empezar, sería necesario romper las barreras entre los sistemas paralelos del Ministerio de Educación y del Ministerio de Empleo, estableciendo un único sistema integrado e integrador.

Creo que habría que flexibilizar la formación, estableciendo módulos e itinerarios a la carta, que permitieran obtener cualificaciones y vinculando cada vez más esa formación con la formación práctica en las empresas (eso que en países como Alemania denominan formación dual).

Claro que para hacerlo es necesario que exista un servicio de orientación para que cada persona pueda acceder a la formación que serán necesarias en cada momento y un sistema de cualificaciones que pueda incluso anticipar las cualificaciones que van a ser requeridas en el futuro inmediato y a medio plazo.

La negociación colectiva y las disposiciones legales deberían asegurar la flexibilidad necesaria en el trabajo para poder acceder a la formación. Los permisos individuales de formación, el derecho a horas anuales de formación y hasta la formación incorporada a contratos de formación, son papel mojado en muchas empresas, especialmente pequeñas y medianas.

Otra necesidad imperiosa radica en poder validar de forma permanente las competencias adquiridas mediante procesos de formación no formales, o informales, para obtener con ello un reconocimiento laboral, obtener una cualificación, o continuar una nueva vía de formación.

Una  Formación Profesional Continua que sea más atractiva, más accesible, flexible, e integradora, necesita de una voluntad compartida entre administraciones distintas, empresas y representantes de los trabajadores. Necesita de capacidad de negociación y acuerdo, fortaleciendo la comunicación y la capacidad de actuar con sensatez y coherencia en un marco nacional que cuenta con necesidades sectoriales y territoriales (autonómicas, o locales) distintas.

Ahora hay que saber si contamos con gobernantes, administraciones, organizaciones empresariales y sindicales y con centros de formación, preparados para afrontar este reto, o si volvemos a las andadas de promover capillas, banderías, sectas, camarillas, conciliábulos, corrillos y bandas organizadas, más preocupadas por el “cómo va lo mío” que por las necesidades de las personas.


La guerra de las pensiones

marzo 6, 2018

Hace unas semanas escribí sobre las movilizaciones de los pensionistas frente al Congreso de los Diputados. Titulaba el artículo Los pensionistas toman la calle. Advertía que dejar que las cosas se pudran para justificar el desmantelamiento de las políticas públicas, es una estrategia suicida, cuando quienes reclaman soluciones son más de nueve millones de personas que comienzan a estar hartas y que no están dispuestas a apechugar con la carga del abandono de las políticas de protección social.

Esta semana, los mayores han vuelto a la calle de forma aún más masiva y, mientras esto ocurre, el gobierno sigue enviando a su ministra más rociera a entonar la cantinela de que la crisis ha sido benévola con nuestro mayores, que total no han perdido tanto poder adquisitivo y que les preocupa mucho el futuro de las pensiones.

Pero la cruda realidad es que, desde la reforma de las pensiones del PP en 2013, las subidas anuales de las pensiones son cada vez más miserables. El 0´25% de subida de este año no tiene nada que ver con el crecimiento de la inflación del año anterior, ni con las previsiones para finales de 2018.

Vivimos en un país que crece a ritmos de entre el 2 y el 3 por ciento. Ya se encarga el gobierno de explicar lo bien que nos va económicamente. Nuestra Constitución, esa que va a cumplir 40 años, esa misma que el gobierno no ve motivos para cambiar, la que establece claramente que Los poderes públicos garantizarán mediante pensiones adecuadas y periódicamente actualizadas, la suficiencia económica de los ciudadanos durante la tercera edad.

Sin embargo,los pensionistas ven menguar su poder adquisitivo. Tienen que cubrir las necesidades de sus familias, laceradas por el paro y condenadas a la precariedad laboral y vital. Ven subir los precios de los productos y consumos básicos, como la luz o el gas, muy por encima de su pensión.

Pero es que, además, elementos esenciales de protección social, como la Sanidad, o la Atención a la Dependencia, los Servicios Sociales, se han resentido duramente con los recortes del gobierno durante la crisis y agudizan el empobrecimiento real, no sólo de las rentas, sino de la vida cotidiana de nuestros mayores.

Ahora que se avecinan el 8 de marzo y la Huelga feminista convocada en toda España, conviene resaltar que la famosa brecha salarial alcanza en las pensiones dimensiones escandalosas, a causa de la discriminación a la que se han visto sometidas las mujeres cuando han conseguido acceder a un empleo. Por eso la cuantía de sus rentas se encuentran lastrada por cotizaciones más bajas a la Seguridad Social y amplios periodos sin trabajar, lo cual da lugar a pensiones mínimas, cuando no se ven condenadas directamente a Pensiones No Contributivas, que obligan a muchas mujeres a vivir con menos de 400 euros al mes.

Mientras tanto, la banca y las aseguradoras privadas (basta leer las declaraciones recientes de la Presidenta de las organizaciones aseguradoras, UNESPA), redoblan sus cantinelas y para que lluevan los recursos de las pensiones sobre su cartera de negocios. La justificación es que el sistema de pensiones es insostenible. Pero lo verdaderamente imposible es conseguir que la Seguridad Social obtenga los recursos necesarios para mantener las pensiones actuales y futuras, cuando la reforma laboral del PP ha propiciado que el empleo que se crea sea temporal, a tiempo parcial y mal pagado. Así, las cotizaciones a la Seguridad Social crecen mucho menos que el empleo.

Sin trabajo decente, sin salarios dignos, con bonificaciones que cargan sobre los ingresos de la Seguridad Social todo tipo de políticas de apoyo a la creación de cualquier tipo de empleo; sin recursos suficientes para perseguir el fraude en la contratación, lo normal es que no haya recursos suficientes.

Hay muchas cosas que se podrían hacer para que los recursos procedentes de las cotizaciones sociales aumentaran hasta cubrir las necesidades actuales. Estamos a tiempo de prevenir y afrontar el futuro. Pero el gobierno parece haber tirado la toalla y cedido a las presiones privatizadoras que profundizan el deterioro de la protección social.

Deberían de entender, aunque no lo harán, que las maniobras de distracción tienen un tope y que las personas mayores están alcanzando su límite de tolerancia. La guerra de las pensiones puede tener un coste impagable para un gobierno que arrastra ya una pesada mochila de incompetencia, casos de corrupción y puertas giratorias que demuestran que, lejos de defender los intereses de la mayoría, ejerce de portavoz y adalid de los intereses de los más ricos y poderosos.


La libertad, estúpidos, la libertad

marzo 6, 2018

Creo que decía Hemingway, aunque también otros lo atribuyen a Paulo Coelho y unos terceros al Filósofo de Güemes, que Se está muriendo gente que antes no se moría. En cualquier caso estoy, cada día, leyendo noticias que nunca pensé volver a leer.

Detenciones y condenas a creadores y artistas que cantan, pintan, fotografían, escriben, representan títeres, o se disfrazan de Ecce Homo. Cosas que ahora son consideradas delito, cuando abundan los ejemplos de que, hace no tantos años, canciones con letras aún más duras, libros tremendamente duros, fotos mucho más provocadoras, escenificaciones más cáusticas y otros personajes disfrazados de Cristo, no movían al escándalo y, sobre todo, no tenían cabida en un proceso judicial.

Para alguien que, como yo, ha pasado su infancia y su juventud en la más negra de las inconstitucionalidades, hijo y nieto de perdedores de la guerra civil que consumió España durante cuarenta años, comprobar cómo los juicios franquistas se reproducen en una etapa democrática y la libertad es sentada y condenada en los tribunales, no es agradable, comprensible, ni mucho menos tolerable.

Lo siento ahora, como cuando centenares de sindicalistas se ven ante los tribunales, acusados de vulnerar el sacrosanto derecho al trabajo en día de huelga y postergado derecho todos los demás días del año.

Jesús salió entonces llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Y Pilatos les dijo: ¡He aquí el Hombre! Juan 19:5. Siempre he sentido que esta escena volvía a reproducirse, a representarse en estos tiempos modernos, pero no menos bárbaros.

Entiendo que un partido en declive imparable y en expansivo descrédito, se ve obligado a buscar respiros en las guerras de banderas, los himnos y sus letras, el terrorismo de aquí y de allá y hasta la unidad lingüística frente a las cuatro lenguas de España, perseguir a quienes crean en libertad. Parece que todo les vale.

Decir estas cosas no supone justificar ni la violencia, ni el terrorismo. Me tiré los primeros años al frente de las CCOO de Madrid, convocando paros laborales, concentraciones y manifestaciones, cada vez que ETA cometía un atentado en cualquier rincón de España. Luego, de nuevo, contra los atentados del 11-M y sus autores. Y de nuevo contra el terrorismo de ETA.

Un Delegado del Gobierno en Madrid, preocupado por la prevención de mi salud, me ofreció un servicio de contravigilancia, al parecer más eficaz que llevar escoltas. No diré que no pasase miedo muchos días, pero no creí que tuviera que estar más protegido que un policía, o un guardia civil. Cualquiera podíamos ser una víctima.

En todo ese tiempo nunca tuve miedo a decir lo que pensaba, ni creí que Fermín Muguruza, Robe Iniesta, Albert Pla, o Antón Reixa merecieran sentarse ante un nuevo Tribunal de Orden Público.

La libertad de expresión tiene sus límites y el principal de ellos es el ejercicio de la violencia, pero convengamos que algo está pasando en España y que está ocurriendo demasiado deprisa. Que hoy los Toreros Muertos, los Muertos de Cristo, Os Resentidos, Kortatu, o Extremoduro, lo tendrían muy difícil para no acabar procesados y condenados. Que una nueva Inquisición se va apoderando paulatinamente de nuestra convivencia. Y que la libertad va cediendo paso a una censura oficial y a una autocensura cargada de un miedo que empobrece el país.

Ni los partidos que se reclaman liberales, ni los centristas, ni los progresistas, deberían tolerar que este clima de amenaza y persecución, siga avanzando. La sociedad civil organizada, cada persona, no deberíamos consentir este avance de la opresión que avasalla las libertades y tiraniza a las personas. Lo “políticamente correcto” no puede convertirse en martillo de herejes que impide nuestra libertad de expresión, de creación y de acción como hombres y mujeres libres.  Porque esa es la cuestión: vivir en libertad. Vivir la libertad.