Las elecciones generales se celebraron hace ya más de dos meses. Las municipales, autonómicas y europeas hace más de un mes. Todo parece apuntar a que vamos hacia un periodo veraniego entretenido, en el que nuestros políticos van a hacer todo lo posible para justificar que hacen honor a sus promesas electorales y hasta se dan el tiempo necesario para traicionarlas.
Los resultados electorales no son, ni mucho menos, concluyentes. España ha decidido repartir los votos como en lotería navideña y repartir juego para todos. El bipartidismo imperfecto y corregido del que venimos hacía que derechas, o izquierdas, gobernaran casi siempre de la mano de fuerzas nacionalistas moderadas.
El pluripartidismo al que hemos llegado no es mucho más perfecto, si tomamos en cuenta que el nacionalismo catalán se ha desquiciado y las fuerzas con implantación en todo el territorio nacional no encuentran la vía para propiciar los acuerdos necesarios para alcanzar, ni tan siquiera, un acuerdo de gobernabilidad.
El socialismo ha ganado las elecciones gracias a una minoría mayoritaria con la cual pretende gobernar como si hubiera conseguido una mayoría absoluta. Desconfiados barones, casi siempre varones, con regencia, marquesado o ministerio, visualizan cualquier compromiso estatal de gobierno con otras fuerzas de la izquierda, como una amenaza a su futuro.
La izquierda del PSOE ha visto crecer las fracturas internas de las confluencias, de los comunes con máximo común divisor, de los compromisos tan sólo parciales, adelante y atrás, atrás y adelante. Pareciera que tan sólo tocar poder podría calmar las aguas y permitiría repartir juego, hilvanar cuanto se ha ido deshilachando. Lee el resto de esta entrada »