Transitamos por una de esas crisis que se producen cada muchos, muchos años, hasta el punto de que no son reconocidas, ni reconocibles, para las generaciones que poblamos el planeta en estos momentos. Crisis como la desencadenada en 2008 probablemente no tengan precedentes más que en aquella otra de 1929, la que desencadenó el hundimiento de la bolsa de Wall Street, una crisis mundial que acabó en fascismo desatado y guerra mundial.
La tormenta ya era perfecta sin necesidad de que se desplomase sobre nosotros la crisis sanitaria del COVID-19 y sin tener que invocar las desastrosas profecías del cambio climático, evocadas por los jóvenes de todo el mundo, que amenaza nuestro futuro como especie en el planeta. Vivimos un momento de revolución, de transformación radical, no siempre ni necesariamente violenta, de cambio profundo en la humanidad, un momento en el que tenemos que sortear el colapso y, en el peor de los casos, la extinción. Lee el resto de esta entrada »