Queridos ciudadanos y ciudadanas,
No soy muy partidario de esa costumbre política de empañar la Navidad con mensajes políticos partidistas e interesados. La Navidad es una fiesta religiosa y el monopolio de ese tipo de mensajes debería corresponder al Papa de Roma. Bueno, tal vez y como mucho, otros concesionarios y franquicias del cristianismo, desde anglicanos a evangelistas, ortodoxos, pentecostales, luteranos, mormones y demás creencias cristianas, también tienen cierto derecho a dirigir mensajes navideños a sus seguidores.
En cuanto a los políticos en funciones de gobierno deberían abstenerse de dirigir proclamas navideñas, aunque cualquier partido político mantiene cierto carácter milenarista de transformación, alguna patente de cambio (a veces para mal), bien común, Reino de Dios en la Tierra, que puede hacerle creer que la Navidad merece un mensaje a la ciudadanía.
En un Estado laico estas sobreactuaciones impostadas están claramente de más. En todo caso, del Rey abajo ninguno y hasta me camelo que este año el propio Rey preferiría quedarse sin mensaje, por cuestiones familiares y para no tener que aguantar críticas sobre lo dicho, lamentos sobre lo que debió decir y hasta tortuosas explicaciones de los gestos y los silencios.
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