Parece que los grupos políticos de la izquierda se han puesto las pilas y han decidido dar por finalizadas algunas situaciones vergonzosas que nos asimilan más a dictaduras de cualquier parte del mundo que a un país donde los derechos humanos son ejercitados, preservados y protegidos. El caso del rapero Pablo Hasél es el último, pero no el único, uno más entre muchos.
Son muchas las incoherencias, incongruencias, situaciones injustas, toleradas, permitidas por la ley. Vivimos en una democracia, sí, pero, en este mundo siempre debemos preguntarnos ¿comparada con qué? Porque, como todo el mundo sabe, las hay formales, reales, nominales, tribales, populares, participativas, representativas, directas y muchas más.
Quienes vivimos la dictadura franquista sabemos bien las diferencias existentes entre esta democracia constitucional en la que vivimos y la democracia orgánica que se correspondía exactamente con las órdenes emanadas de los órganos (vitales, se entiende) del dictador y su camarilla. No hay punto de comparación.
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