Vuelve el cole, pero más caro

Este año la vuelta al cole parece una premonición, un anticipo, de la que se nos viene encima en un otoño cargado de inflación de beneficios, devaluación de los salarios y empobrecimiento forzoso y generalizado. Alguien se empeña en convencernos de que somos demasiados sobre este planeta y, además, somos culpables de la destrucción de su planeta.

Y cuidado, que no digo yo que no sea verdad que el ritmo de vida actual es insostenible para las posibilidades del planeta. Que estamos acabando con los recursos naturales, que la sed de agua es ya un hecho en muchos lugares, a la vista de cómo escasean las lluvias, cómo se secan las fuentes y cómo las aguas de los ríos abandonan los manantiales, desapareciendo de los cauces y de los pantanos. No digo que no tengamos que aprender a vivir con mayor austeridad… Pero todos.

Lo que ocurre es que aquellos que acapararon los beneficios y nos tiraron sus migajas ya han demostrado que tampoco ahora van a repartir equitativamente los sacrificios. De hecho la subida desbocada de los precios que padecemos, superior al 10%, es el fruto de intentan acaparar beneficios de forma rápida por parte de unos pocos y no tienen nada que ver con unos salarios que se mueven entre el 0 y el 2´6% de crecimiento anual.

Han empleado mucho tiempo, muchos años, en convencernos, enseñándolo a destajo en las universidades y en los institutos, que los precios suben cuando suben los salarios y que entonces consumimos más, haciendo crecer la demanda y volviendo al comienzo, con la consiguiente subida de los precios. Nos han querido convencer de que, si exigimos subidas salariales, no haremos más que empeorar la situación.

Pero este argumento de mal pagador ha dejado de funcionar. La clase trabajadora va a exigir mantener el poder adquisitivo. Lo anuncian sus sindicatos y hasta alguna ministra denuncia la intransigencia patronal que produce retrocesos salariales tan intensos que nos llevarán directamente a la ruina económica y la miseria social de muchas familias.

La primera factura que tendremos que pagar, a la vuelta de este efímero respiro veraniego, será la de los gastos que supone la vuelta al cole. Los precios han subido un 10´8%. Los gastos generales de vuelta al cole parece que se moverán ligeramente por debajo de ese porcentaje, pero sin poder evitar las subidas de los materiales de papelería, de los transportes escolares, los alimentos del comedor, o de los propios libros escolares.

Hay quien nos informa desde los medios de comunicación y las organizaciones de consumidores, que estamos ante la vuelta al cole más cara de los últimos 20 años. Además, estamos ante unos gastos anuales, estos del inicio de cada curso, de carácter inevitable.

Cuando se trata de otros gastos como los de vacaciones, o los de la cuesta de enero, podemos pisar el freno y reducir el consumo, pero el gasto de libros, material escolar, comedor, o calzado y vestuario, es forzoso. Podemos reducirlo comprando libros de segunda mano, por ejemplo, pero no podemos eludirlo.

Abundan en estos días los consejos para que las familias ahorren todo lo posible en la vuelta al cole. Entre esos consejos no falta nunca la compra de libros de segunda mano, anticipar las compras (lo cual no siempre es posible), reutilizar la ropa en buen estado, o investigar las ayudas de ayuntamientos y comunidades autónomas.

Pero tal vez estaría bien que cada cambio producido en la legislación educativa no significase, por ejemplo, el cambio de todos los libros de texto. Tal vez se podría corregir esa costumbre tan extendida en los centros privados de uniformar al alumnado, cuyo único fin parece ser segregar, fracturar, crear identidades fuertes y excluyentes.

Tal vez el material escolar, incluidos los libros de texto, debería ser propiedad del centro y ser repartido en función de las necesidades del alumnado. Bien pudiera ser que con medidas sencillas, justas, solidarias, pudiéramos evitar inicios de curso cargados de desazón e intranquilidad.

Hay muchas cosas que hacer por parte de las administraciones, pero también por parte los centros educativos, especialmente los privados, para corregir muchos gastos innecesarios y desbocados. No será tan difícil si pensamos más en las personas y menos en el prestigio dudoso y siempre artificial de unos pocos.

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