Su primo Nicolás ha escrito un hermoso obituario que ha titulado Jaime Sartorius, un abogado en lucha por la libertad y la democracia. Eso fue Jaime, uno de aquellos jóvenes fraguados en las postrimerías del franquismo, muchos de ellos venidos de buenas familias, familias nobles, familias ricas, de aquellas de alto y rancio abolengo, que decidieron estudiar carreras que les permitieran vincularse a la defensa de los derechos, la conquista de la libertad, el largo camino hacia la democracia.
Eligió Jaime ser abogado. Pudo haberlo sido en cualquiera de las muchas especialidades que terminan proporcionando dinero, poder, reconocimientos incontables. Pero no, Jaime eligió aquellos incipientes despachos laboralistas que comenzaron a nacer como setas para defender a los trabajadores, a la ciudadanía de los barrios y pueblos periféricos, a los dirigentes y militantes políticos atrapados en las garras de los tribunales de orden público y los de justicia militar.
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