Constantino, el buen madrileño

Me llama Pedro Montoliu, ese buen periodista que lo dejó todo para convertirse en relator, narrador de las historias de la Historia de Madrid a través de los tiempos, haciendo honor a esa responsabilidad de ser Cronista De la Villa de Madrid. Había estado con él en la Feria del Libro uno de esos días y me traje firmado su Madrid en la República. Pienso que me llama para comentarme algo sobre ese breve encuentro con él y con su mujer.

Pero no. El motivo es mucho más triste. Me llama para comunicarme que, tras más de diez años de combate contra el cáncer, Constantino Mediavilla ha fallecido. Vivimos tiempos, tal vez sea por la conciencia de la edad y de los años que nos han ido asediando, en los que, como nos alertó el filósofo de Güemes, ese personaje compendio de toda la sabiduría popular mejicana,

-Se está muriendo mucha gente que no se había muerto antes.

No imagino a Constantino muerto. No quiero aceptarlo. No quiero verle muerto. Me niego a aceptar que la vida sea esto tan corto, tan extraño, tan efímero.

Pedro y Constantino fueron impulsores imaginativos, eso que hoy se llama innovadores, emprendedores, inventores del periodismo digital en Madrid, cuando pocos sabían qué narices era eso. Fueron por aquellos días ese binomio de impulso y de reflexión, de impaciencia y de sosiego, que ha alentado tantos proyectos en este endiablado país llamado España.

Venían de ejercer periodismo democrático en medios tradicionales como El País, Onda Madrid, la Cadena SER, o La Vanguardia, pero supieron ver las profundas transformaciones que se avecinaban y abordar un proyecto de periodismo digital que ha marcado la vida madrileña desde entonces.

Buscaron alianzas, sumar esfuerzos, crecer junto a otros proyectos como Diario Crítico, con Fernando Jauregui al frente. Muchos de aquellos sueños han cambiado, se han transformado, pero sus creadores han sabido mantener la pluralidad y la elegancia, fomentar la cultura del diálogo entre opciones sociales, políticas, económicas y esa misma cultura en el seno de los medios de comunicación.

Cuando yo llegué a la Secretaría General de CCOO de Madrid el proyecto de Madridiario estaba naciendo y lo dirigía Pedro Montoliu, aunque nuestro contacto más directo con la redacción pasaba por Constantino. Era tipo de buen trato, la versión moderna de un manolo generoso, un chispero ocurrente, un chulapo elegante y bien plantado. Un madrileño bueno.

Me entrevistó varias veces, me sometió a alguno de aquellos chats abiertos a los lectores en los que había que contestar de inmediato a todo tipo de intervenciones, opiniones y preguntas, me invitó otras tantas veces a participar en tertulias y no faltaron tampoco las entregas de los premios anuales que cuidaba, cultivaba y convertía en momentos de encuentro de toda la sociedad madrileña.

Con motivo del 25 aniversario de Canal 33, Enrique Riobóo, otro periodista valiente, nos entregó sendos reconocimientos. A él por su reciente nombramiento como Cronista de la Villa y a mí como Secretario General del primer sindicato madrileño durante los primeros 13 años del siglo.

En aquellos premios, entregados en Vallecas, había numerosos reconocimientos para alcaldes como Alvarez del Manzano, representantes políticos, organizaciones vecinales, ecologistas, LGTBI, de la memoria histórica. Para pequeños medios de comunicación madrileños y agencias de noticias centradas en lo local.

Estos son los frutos de las semillas que fue sembrando Constantino Mediavilla entre nosotros. Frutos que le hicieron acreedor a numerosos premios periodísticos y a su trayectoria profesional. Siguen existiendo periodistas de la clase, el cuajo, la formación y la profesionalidad de Constantino. Forman parte de su escuela y su universidad.

Sin embargo, ahora, cuando repaso tantas tertulias televisivas o radiofónicas que premian el desencuentro, la confrontación y el insulto a instituciones y personas. Cuando leo artículos de opinión cargados de maledicencia, sectarismo, agresiones y voluntad de enfrentamiento. Cuando compruebo que políticos de gobierno, de oposición y hasta ministros, convierten las redes sociales en un pantano, una cloaca en los que verter sus más sucias intenciones.

Ahora, conviene reivindicar a personas como Constantino que, durante estas décadas que se encaminan ya hacia unos increíbles 50 años de democracia (con todas las contradicciones, e insuficiencias que queramos),  se empeñaron en mostrarnos la diversidad, la pluralidad, las discrepancias y las confluencias.

Recordaremos a Constantino, ese madrileño de bien, ese madrileño bueno, que compartió su camino con nosotros y se empeñó en hacernos mejores, o al menos menos malos, menos desagradables, menos insensibles a la vida que nos invita cada día a compartir instantes.

Pero, sobre todo intentaremos seguir su ejemplo.

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