Hay una juventud que aguarda

noviembre 29, 2017

Que el tiempo es relativo, ya quedó científicamente demostrado por un ser humano tan impagable como Einstein. Hace ahora diez años que murió en Barcelona un escritor llamado Francisco Candel. Vivía yo en Villaverde y algunas de mis primeras hambres de lecturas juveniles se saciaban con los libros de Francisco Candel.

Identificaba muchos de sus personajes. Reconocía a muchos de mis amigos y vecinos en los barrios en los que transcurrían sus historias. Me sentía aquel joven que peleaba por publicar su primer libro en Hay una juventud que aguarda. Aquel barrio de aluvión del Sur de Madrid, en el que yo vivía, era el mismo barrio que describe Candel  en su novela Donde la ciudad cambia su nombre.

Había nacido Paco Candel en 1925, en un pueblecito de Valencia llamado Casas Altas. Un enclave valenciano situado entre Teruel y Cuenca. De allí salieron los Candel para buscar oportunidades de vida y trabajo en Barcelona, aunque fuera a costa de tener que vivir en las barracas de Montjuich, poco más que chabolas. Allá por las Casas Baratas, Can Tunis, Plus Ultra, o Port, que tenía iglesia parroquial.

A los catorce años tuvo que abandonar los estudios y comenzar a trabajar, como tantos otros hijos de charnegos en aquella época. Sin embargo, cuanto llevaba dentro, sus experiencias y sentimientos en esos andurriales que yo llamaré la Tierra de los Nadie tenían que encontrar un cauce. Su primo hermano, Juan Genovés, lo encontró en la pintura y Paco Candel lo encontró en la escritura.

Su primera novela, cuya portada fue pintada por su primo, es un collage de sensaciones, ideas, a mitad de camino entre el cuento, el diario, el periodismo. Hay quien ha comparado, acertadamente, el estilo de Candel con el de Hemingway. No fueron grandes los éxitos editoriales de estos primeros libros, le trajeron problemas, fueron censurados y hasta alguno prohibido, pero afianzaron su voluntad de escribir y le permitieron granjearse fama de escritor realista y cercano a su entorno.

Entraron los años sesenta y Candel seguía escribiendo, a lo suyo, de lo suyo, de los suyos. Recuerdo haber devorado en los setenta sus novelas Han matado a un hombre, han roto el paisaje, ¡Dios, la que se armó!, o Historia de una parroquia.

En su afán por escribir, Paco acometía artículos y se aventuró en el, por aquellos días peligroso, mundo del ensayo, dejándonos una herencia de ideas, observaciones y juicios, diría que imprescindibles para cuantos quieran estudiar ese periodo del desarrollismo franquista en su intrahistoria.

Desde la cultura obrera hasta el modelo urbanístico y social de las periferias de las grandes ciudades españolas, siguen guardando algunas de sus claves de interpretación en ensayos como Los otros catalanes, Ser obrero no es ninguna ganga, Los que nunca opinan, o Carta abierta a un empresario.

Es difícil entender las decisiones de los sectores antifranquistas, el importante desarrollo del movimiento obrero en Cataluña bajo la dictadura, la constitución de las CCOO, o la creación de Asamblea de Cataluña en una iglesia del Raval, en 1971, sin acercarse a los escritos de este charnego militante del PSUC.

El clamor de Llibertat, Amnistía, Estatut de Autonomía, adquiere todo su sentido cuando lo ponemos en relación con los artículos, las novelas, los ensayos de Candel. Algunas sus obras sólo pudimos leerlas en su versión íntegra y sin censura tras la muerte del dictador.

Llegó la transición democrática y Candel fue elegido senador por Barcelona. Más tarde, en 1979, fue concejal, en las listas del PSUC, en el Ayuntamiento de Hospitalet de Llobregat, donde se ocupó de la cultura. De ahí nacen Un charnego en el senado, o Candel contra Candel.

Hace ya diez años, murió un hombre de esos que pensaba lo mismo que la madre de Serrat, Soy de donde comen mis hijos. A lo cual añadiría Aquí tengo a mi gente enterrada. Un catalán de adopción y valenciano de nacimiento. Un escritor catalán, que escribía en castellano y que aparece en los listados de grandes escritores valencianos.

Un hombre que, con más de 80 años, seguía sintiéndose parte de una juventud que aguarda un empleo, un horizonte para su vida, o que una editorial publique su novela, mientras desea que el relato que terminemos escribiendo sobre Cataluña y España no se olvide nunca de los otros catalanes.


Maestro Angel Llorca

noviembre 29, 2017

Paseo una mañana de domingo por las proximidades de los viejos cuarteles de Daoiz y Velarde. Los mismos cuarteles que sirvieron de improvisado hospital de campaña, cuando los atentados del 11-M convirtieron las vías de los trenes que conducen a Atocha en una amalgama de hierros y sangre de centenares de personas. Nunca esas paredes, que fueran cuarteles y talleres del ejército, dejarán de ser lugar de memoria, recuerdo, homenaje y dolor.

La Nave-Teatro Daoiz y Velarde, se encuentra abierta y en su interior se ha instalado una Exposición sobre Angel Llorca, el maestro que soñó la República desde el Grupo Escolar Cervantes. Doy una vuelta leyendo los paneles y contemplando las fotos que ilustran la vida y la obra de Ángel Llorca. Materiales procedentes del legado de documentos, libros, fotografías, que los herederos entregaron a la asociación Acción Educativa, quien creó una Fundación para mantener viva su labor pedagógica vinculada con las ideas educativas de la Escuela Nueva y de la Institución Libre de Enseñanza, de Giner de los Ríos. Lee el resto de esta entrada »


Carta abierta a Manuela Carmena

noviembre 29, 2017

Manuela,

No había pensado escribir esta carta, en este momento. Claro que había pensado mandarte una carta abierta, pero más adelante, con motivo de algún acontecimiento menos desagradable que el que se ha producido en los últimos días, cuando unos cuantos policías municipales han sacado a pasear, con nocturnidad, alevosía y publicidad, a través de una red social, toda la batería de insultos racistas y xenófobos, bajas pasiones, malos deseos, maldiciones. Vaya, que han desenfundando todo el odio patrio del que han sido capaces y que llevaban dentro.

Algo falla, Manuela, en el sistema de selección para puestos de los que depende la garantía de nuestros derechos, cuando semejantes molleras, como pedruscos, han conseguido atravesar el tamiz que debería suponer la oposición y ocupar un puesto investido de autoridad y dotado con arma reglamentaria, desde el que se permiten ensalzar dictaduras y dictadores genocidas, desear la muerte de su máxima autoridad, políticos, periodistas, “moros”, extranjeros y despreciar a los muertos causados por la dictadura. Hasta alcanzar la desfachatez de afirmar que matar es nuestro lema.

Cuando me adentré en el sindicalismo de las CCOO conocía tu historia, pero ya eras jueza y no andabas tanto por el sindicato. Allá por 2004, las CCOO de Madrid decidimos crear la Fundación Abogados de Atocha, para mantener viva la memoria de los abogados laboralistas asesinados el 24 de enero de 1977, en un atentado de la ultraderecha franquista, en el despacho laboralista de Atocha, número 55.

Queríamos recordar y preservar la memoria de cuanto significaron aquellos jóvenes en un momento tan complicado como el que vivía España en 1977. Eras la directora de aquel despacho y tan sólo una casualidad hizo que te reunieras aquella tarde con tu equipo en otro lugar situado unos números más abajo, mientras que los abogados vecinales se reunían en el tuyo. Una casualidad que te salvó la vida y te marcó para siempre.

Por eso formabas parte de aquel primer patronato de la Fundación y eso me permitió conocerte un poco más de cerca. Luego he compartido contigo un pequeño puñado de momentos. En 2011 te entregamos, junto a Pilar Bardem y Begoña San José, un reconocimiento de CCOO de Madrid, en las inmediaciones del 8 de Marzo, por vuestra defensa de las mujeres. Aquel día recuerdo que agradeciste el reconocimiento diciendo que el mismo era el de todas aquellas mujeres que os habían llevado a ser como sois. Mujeres como Paquita, mujeres como Cristina, como Paca, o como Josefina.

En 2013 interviniste en un Curso de Verano de la Universidad Complutense en El Escorial, organizado por el sindicato y en que reflexionamos sobre Pasado, presente y futuro democrático en España. Un debate, en plena crisis, sobre el empleo, la pobreza, la solidaridad, el asesinato de los Abogados de Atocha por defender una justicia democrática, la lucha de sindicalistas como los condenados en el Proceso 1001 por defender la libertad. Recuerdo que por la mañana interviniste presentada por Maricruz Elvira y, de nuevo, por  la tarde, en una mesa redonda, junto al profesor de la Universidad de Barcelona, Manuel Aguilar, moderada por Ana González.

Manejaste unas cuantas ideas que siempre me han parecido tan innovadoras, atractivas y sugerentes en ti. Comenzaste afirmando que Decimos grandes palabras que no sirven para nada: las normas tienen que indicar una conducta (…) O vinculamos la justicia y las leyes a la sociedad, o no valen para nada.

Te escuché hablar sin tapujos y sin complejos de la irrupción de la corrupción en la política española. De los problemas de una justicia que, pese a su independencia, no puede, ni cuenta con todos los medios, para enfrentar esta situación. Diagnosticar la corrupción, con datos transparentes en la mano, es imprescindible para ser capaces de gobernarnos a nosotros mismos.

Planteaste con valentía la necesidad de que la sociedad civil se organice para exigir justicia y evitar que la justicia se convierta en lo que denominabas una “tecnojerarquía” que anula la justicia y la aleja del pueblo y sus necesidades. Recientemente hemos colaborado en la edición y presentación de un libro escrito por algunos buenos amigos, titulado Cristina, Manuela y Paca. Tres vidas cruzadas, entre la justicia y el compromiso. Tres abogadas laboralistas unidas por el mismo esfuerzo y trabajo y marcadas por la misma tragedia de Atocha.

Y ahora, Manuela, llegan estos personajes siniestros y armados, investidos de autoridad, a poner en solfa todo esto. A hacer risas con asesinatos. Cantos a la intolerancia, la xenofobia, el racismo. A enarbolar, al mejor estilo de Millán Astay, su particular y renovado ¡Viva la Muerte! No es justo, no es razonable, no es mentalmente saludable, pero es.

Manuela, siempre he tenido miedo al poder de las instituciones. Creo que los mismos miedos que tiene cualquier pobre en este mundo, cualquier condenado de la tierra. Cualquier ciudadano, sin mucho dinero y sin mucho poder. Miedo un poco irracional, como de una memoria ancestral de humillación. Miedo al poder y sus abusos. Creo que las instituciones deben asegurar nuestros derechos, sin entrometerse demasiado en nuestras vidas. El poder que delegamos en ellos no puede ser jamás una herramienta para aplastarnos.

Un miedo que he aprendido a no generalizar, pero que sigue presente, pese al paso de los años.  El miedo reverencial que tenía a los maestros que podían arruinarte aquella incipiente vida infantil. Miedo a los policías, tal vez porque cuando los grises circulaban en sus lecheras por las calles de Madrid, nada bueno podía avecinarse. O porque cuando los guardias civiles lo hacían con su Dyane 6 por Villaverde, algo impreciso y vago, pero tampoco bueno, estaba a punto de ocurrir.

Miedo a estar en manos de un médico, en un hospital, sin control de lo que me pasa y a merced absoluta de su buen oficio. Miedo a verme ante un juez. En un tribunal sabes cómo entras, pero nunca cómo sales. Puede que haber conocido a muchos “robagallinas” en el barrio, me haya hecho creer que la justicia no es ciega y puede castigar y condenar mucho, o muy poco, por los mismos delitos, en función de circunstancias agravantes, o atenuantes, que se encuentran en manos del juez que te toca.

Ya ves que soy maestro y conservo muchos amigos y amigas en una profesión que considero de las más dignas y respetables que alguien puede escoger. Y me he relacionado con magníficos policías nacionales del SUP, municipales de CCOO, con los guardias civiles de la AUGC y con la Asociación Unificada de Militares Españoles. Su lucha es tan sindical como la mía, pero en unas condiciones mucho más duras, marcada por sanciones, arrestos, discriminaciones, persecuciones.

Conozco médicos excelentes, los tengo en la familia, como vecinos, o como compañeras y compañeros del sindicato. Y cómo temer a los jueces, si lo eres tú y lo es Ricardo Bodas y lo era Javier Martínez Lázaro, recientemente fallecido, que comenzasteis vuestra andadura como abogados laboralistas de las CCOO. Y sin embargo, el miedo sigue ahí.

Son muchos los buenos profesionales y pocos los que ensucian la profesión, pero los hay. No podemos, sectariamente, convertirlos en la imagen de una profesión, pero tampoco el corporativismo puede conducirnos a tapar a los malos profesionales y mucho menos a los que utilizan su autoridad contra la dignidad de  las personas y los derechos de la ciudadanía. Ese delegado de CCOO que ha denunciado la situación es un modelo de ciudadanía y merece todo el reconocimiento y la protección ante las amenazas violentas.

Somos libres para discrepar, opinar, disentir y movilizarnos contra lo que no nos gusta, o creemos injusto. Yo mismo no coincido con todo lo que hace el Ayuntamiento que presides, ni comparto las maneras, formas y procedimientos de algunos concejales de tu equipo. Lo puedo decir más alto, más claro, o si lo prefiero, callarme. Puedo plantearlo educadamente, en un artículo, ante un juzgado, o puedo ser grosero, aun sabiendo que, al serlo, perderé buena parte de la razón y las razones que pudiera tener. Pero, por experiencia, he aprendido que en la violencia y en la incitación a la violencia, está el límite de mi libertad.

Creo que lo ocurrido con estos policías municipales, aparte del tratamiento administrativo y judicial, debe hacernos reflexionar sobre el modelo de profesionales que queremos que protejan nuestra seguridad y nuestras libertades. Qué formación inicial necesitan, cómo los seleccionamos, qué carrera profesional tienen por delante, qué sistemas de promoción, qué formación permanente deben realizar obligatoriamente. Cuál es su manual de procedimiento y su libro de estilo. Qué esperamos de ellos y qué no toleraremos que hagan.

Manuela, tienes mi afecto, mi respeto y mi confianza en que sabrás juzgar la situación y adoptar las medidas que permitan que salgamos a las calles convencidos de que hemos delegado autoridad, poder y hasta la posibilidad de desenfundar un arma en otras personas que se encargan de de que nuestros pasos sean libres y seguros, porque son defensores de nuestra convivencia democrática.

Un abrazo,

Javier López.


La posverdad de la conciliación

noviembre 29, 2017

Recientemente la organización empresarial CEOE presentaba un informe titulado Perspectiva empresarial sobre la conciliación de la vida laboral y familiar. Me parece un caso práctico ejemplar sobre la utilización de la posverdad que merecería estudio en las facultades de Ciencias de la Información, Psicología, Sociología, Economía y Administración de Empresas, por citar sólo algunas. Cómo informar, crear un relato, una tendencia, sin tomar en cuenta los hechos objetivos. A base de apelar a las emociones, creencias, deseos, e intereses particulares.

El Informe de CEOE parece funcionar como venda preventiva frente a las ocurrencias de Rajoy y su ministra de empleo de imponer las 6 de la tarde como referencia general de finalización de la jornada laboral, mediante una ley.

Comienzan diciendo los empresarios que una ley como la que plantea el PP no es realista y que ni tan siquiera es aplicable. Que las leyes no cambian la vida y que estas cosas hay que regularlas a través de la negociación colectiva. En principio, estoy bastante de acuerdo.

Luego afirman que las medidas más utilizadas para conciliar, en estos momentos, pueden producir más perjuicios que beneficios, puesto que interrumpen ”carreras laborales”, reducen periodos de cotización y disminuirán las pensiones futuras. Reclaman subsidios y ayudas (procedentes de los Presupuestos generales del Estado, por supuesto), que incentiven la natalidad y compensen a los empresarios (y a las familias de los trabajadores, de paso) los gastos generados por la conciliación.

La prensa destaca que la CEOE pide que se desgraven fiscalmente los costes de contratar “cuidadoras” (para atender a los mayores), “canguros” (para atender a la infancia) y servicio doméstico (para atender indistintamente), y que se amplíen (ellos llaman flexibilizar) los horarios de las guarderías (no hablan de escuelas infantiles, sino de guarderías).

Por último, no podía faltar, un llamamiento a la importancia de la incorporación de la mujer al trabajo, la corresponsabilidad en el ámbito doméstico, o la  plena implicación de los hombres en las tareas del hogar. Cosas del marketing y la posverdad.

Es cierto que el modelo social y económico que nos han creado impide en la práctica cerrar las actividades económicas a las 6 de la tarde por ley. Pensemos en los “modernos” desarrollos urbanísticos alrededor de grandes centros comerciales, en los que es obligatorio coger el coche y acercarse al centro comercial para cualquier compra. Hasta los domingos y festivos permanecen abiertos hasta las 10 de la noche y más allá en el caso de los restaurantes y bares.

Con unos empresarios que no han sido capaces de negociar (ni han querido), un Acuerdo Marco para la Negociación Colectiva, porque les viene mejor la aplicación directa de la reforma laboral del PP, veo difícil que quieran recorrer la senda de negociar acuerdos sobre igualdad y conciliación, salvo casos de fuerza mayor, en grandes empresas.

En cuanto a las desgravaciones fiscales de “canguros”, cuidadores  y servicio doméstico, o la ampliación de horarios de guardería, dejan bien a las claras que no van a hacer nada y que dejan todo en manos de que el Estado se haga cargo de subvencionar a las familias para que ellas hagan lo que puedan.

La conciliación, olvidan intencionadamente, depende de la calidad del empleo, su estabilidad y su correcta regulación. Un ejemplo, no llegan al 8 por ciento los hombres con contrato a tiempo parcial, mientras que en las mujeres el porcentaje es de más del 25 por ciento. Más del 70 por ciento de estos contratos precarios, ultraflexibles, de libre disposición de la jornada a la carta, son para mujeres. A eso no se le puede llamar “carreras laborales”.

En conclusión, mientras los empresarios prefieran la precariedad de estos contratos y otros similares, ya se pueden fijar por ley horas de finalización de jornada, o desgravar a las familias que contraten “canguros”. Ya se pueden ampliar horarios de guardería. La misión de conciliar seguirá siendo imposible.

Es sólo un ejemplo. Pero vamos, si CEOE quiere negociar la organización del trabajo, planes sectoriales o de empresa, convenios colectivos, o acuerdos nacionales que hablen de igualdad y conciliación, seguro que la clase trabajadora y sus representantes sindicales, estarán encantados. Mientras tanto, mejor callar, que decir obviedades, o posverdades.


Día del niño y trabajo infantil

noviembre 29, 2017

En las inmediaciones de la conmemoración del Día Universal del Niño, parece que la CEOE (la organización de una parte de los empresarios españoles) ha presentado un informe en el que afirman que la conciliación de la vida laboral y familiar pasa por medidas como la desgravación fiscal a las familias de los gastos ocasionados por contratar servicio doméstico, “canguros” y personas que cuiden de nuestros mayores.

También les parece oportuno ampliar los horarios de las guarderías para que puedan cubrir los horarios del padre y de la madre. Y, de paso, que les compense el Estado los gastos ocasionados por tener que facilitar la conciliación.

Hablan de “guarderías”, un concepto que parecía desterrado desde que se pasó a una visión más educativa del asunto y se prefirió hablar de “escuelas infantiles”. Sea como sea, parece que los empresarios no están dispuestos a que la famosa conciliación pase por negociar con sus trabajadores la reorganización del trabajo en la empresa, hasta poner las necesidades productivas a la altura de las necesidades personales y familiares de las personas.

Cada día tengo más la impresión de venir de un viaje interestelar y haberme quedado varado en el tiempo del maestro forjado a caballo entre una dictadura que moría y una democracia que pugnaba por nacer, pero que aún no se había decantado en Constitución.

Lo más avanzado que se estudiaba, en aquellos días, en las Escuelas de Magisterio, era a Lorenzo Luzuriaga, o a María Montessori, algo de Piaget, Decroly, Dewey, Pestalozzi. Vaya, que fue una tarea paralela, o posterior, lo de estudiar a Giner de los Ríos y su Institución Libre de Enseñanza, o las Escuelas Racionalistas de Ferrer i Guardia.

La pedagogía de la liberación de Paulo Freire, o el Lenguaje Total, de Francisco Gutiérrez, muy influenciados por la Teología de la Liberación en Latinoamérica. La sociedad desescolarizada de Ivan Illich. Celestin Freinet, Gianni Rodari, Francesco Tonucci.

La pedagogía libertaria que nos llegaba de Tina Tomassi, Carlos Díaz, o Félix García. Las experiencias de Orellana, Fregenal de la Sierra, Summerhill, Paideia, Rosa Sensat. Sin olvidar a Makarenko, Tolstoi, la educación vista con los ojos de Antonio Gramsci, o la Escuela de Barbiana de Lorenzo Milani y su hermosa Carta a una Maestra.

España se llenaba de movimientos de renovación pedagógica y sindicatos, asociaciones de padres (luego de madres y padres), que defendían la escuela pública y organizaban cursos, jornadas, encuentros, escuelas de verano. Educar para la libertad, la igualdad, la democracia que comenzaba su andadura. Fue un tiempo en el que el debate, el diálogo, la convivencia y hasta la armonía entre las corrientes más diversas, nos parecían posibles.

Han pasado cuarenta años desde entonces. Son muchos los profesores, maestros y educadores, que siguen bebiendo de estas fuentes, enriquecidas por nuevos pensadores que llegan hasta Zygmunt Bauman y su Educación Líquida, hasta J.M. Coetzee y su hermoso homenaje Las manos de los maestros, pasando por los modernos pedagogos que reflexionan sobre la utilización de las TIC en la educación.

Con todo, la gran transformación no viene del campo de la pedagogía, sino que parece venir de la incorporación de la productividad, la eficacia, la eficiencia, a la enseñanza. El miedo a un futuro que siempre iba a ser mejor, pero que por primera vez se nos aparece mucho más negro que el pasado. Y nuestros hijos, nuestras hijas, no pueden perder el tren hacia el negro horizonte, pertrechados con las mejores armas.

Los padres hemos ido asumiendo a la fuerza la precariedad de unos empleos líquidos, en una sociedad líquida, regida por una política líquida, que nos conducirá hacia unas difuminadas pensiones. La vida se nos escapa aceleradamente de las manos. A la carrera. Siempre a la carrera.

Nuestra infancia madruga tanto como sus padres. Los abuelos (o las cuidadoras, o las canguro) llevan a los nietos al colegio, les dan de comer (o comen en los colegios), los llevan a actividades extraescolares (inglés, baloncesto, tenis, robótica, música, natación, danza, futbol, atletismo…). Cada tarde se prolonga hacia el infinito. Deberes, cena, a dormir. Hasta el día siguiente. Los sábados competición, partido. No se puede decir que nuestra infancia no sea productiva desde el principio en ese trabajo de prepararse  para ser competitivos mañana.

Cuando hablamos de explotación y trabajo infantil pensamos en los niños que fabrican productos de marca en una maquila mexicana, o en una fábrica textil de la India. Tal vez deberíamos pensar si nuestros hijos no son casos prácticos de trabajo infantil. De hecho realizan largas jornadas de trabajo en simuladores de vida precaria.

No hay más remedio si queremos prepararlos para el futuro, decimos los padres. A nuestros hijos les gusta, socializan, se relacionan, aprenden cosas útiles, argumentamos para justificar el exceso. En fin, no quisiera verme en la piel de esos pequeños que ya ni protestan, porque han aprendido que las cosas son así y no merece la pena protestar. Son así y hasta hemos aprendido a que nos guste que así sean. El día que no podamos más explotaremos en una de esas revoluciones (a veces contrarrevoluciones) primaverales, naranjas, verdes, quincemayeras, nacionalistas, o nacionales. Así de pirandelliano todo, Así es (si así os parece).

Y ahora llegan los empresarios y nos dicen que papá Estado nos pague algo de lo que gastamos en cuidadoras, canguros y servicio doméstico. Y que las guarderías alarguen sus horarios al servicio de las jornadas de trabajo. Pronto pedirán colegios 24 horas. Internados para hijos de familias pobres con trabajo precario.

Se acerca el 20-N y no lo digo por recordar a muertos, ni por activa, ni por pasiva (no hay mayor desprecio que no hacer aprecio), sino para extender la preocupación por los vivos.  El 20-N fue declarado, por las Naciones Unidas, desde 1954, Día Universal del Niño. En la misma fecha de 1959 se aprobó la Declaración Universal de los Derechos del Niño y en 1989 la Convención de los Derechos del Niño. Imagino que también de la niña.

Este año cae en lunes, día de vuelta al trabajo y al cole, o al instituto. La preocupación por la vida de nuestros niños y niñas, su educación, su libertad, sus derechos, sus necesidades de afecto, sus horarios, sus jornadas, su ocio, su “trabajo”, debería de merecer una reflexión, siquiera breve. Se lo merecen porque parafraseando a mi querida Paquita, son pequeños, pero no son gilipollas.


La patria de la infancia

noviembre 29, 2017

Me pide el director de Madrid es Noticia que escriba periódicamente un artículo breve, de actualidad política nacional o madrileña, en una tribuna de opinión. Le he dado vueltas y creo que no hay nada más importante en la actualidad que la conmemoración del Día Universal del Niño y de la Niña, el próximo 20 de noviembre. Una decisión adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas, allá por 1954.

Ya sé que hay otros asuntos virales, pero mucho menos trascendentes, porque el futuro de nuestro país y de nuestro planeta tendrá mucho más que ver con esos 300.000 niños soldados que hoy combaten involuntariamente en decenas de conflictos armados por todo el planeta. Ellos en primera línea de fuego. Ellas como esclavas sexuales, cocineras, escudos humanos, o en ataques suicidas.

El mundo del mañana tendrá que ser construido también por esos 170 millones de niñas y niños víctimas del trabajo infantil. Los 250 millones en edad escolar, pero que no van al colegio. De los 300 millones que viven en áreas degradadas y altamente contaminadas. Ese futuro que no verán muchos de esos 385 millones que viven en la pobreza más extrema. Que no verá ninguno de los 8.500 niños y niñas muertos cada día por desnutrición severa (160 millones de niños que sufren raquitismo y 42 millones padecen sobrepeso).

En fin, creo que no quedaría bien que el próximo 20 de Noviembre soltáramos un donativo y volviéramos a hablar de Cataluña. Creo que ese día sería bueno que pusiéramos las banderas entre paréntesis y pensáramos en lo más importante que nos traemos entre manos aquí, en Nueva York y en Bombay: los derechos pisoteados de centenares de millones de niños y niñas en nuestro planeta.

Si lo pensamos un poco, este planeta es la única patria que tenemos. Y dado el carácter infinito del universo, deberíamos considerarlo casi una patria chica. Aunque, tal vez, tenga razón Einstein cuando decía que hay dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana. Y del Universo no estoy seguro.


El futuro tiene cara de Niños y Niñas

noviembre 29, 2017

Las Naciones Unidas han ido aprobando, a lo largo de su historia, la celebración de Días Internacionales, Mundiales y hasta Universales sobre muy diferentes temas. El más conocido mundialmente es el Día Internacional de los Derechos Humanos. Hay otros, como el Día Internacional para la eliminación de la Violencia contra la Mujer y el 8 de marzo, que adquieren especial importancia en aquellos países, como España, en los que, pese a los esfuerzos de la sociedad, no hay manera de acabar con la lacra de la discriminación, la desigualdad y la violencia contra las mujeres. Existen otros, sin embargo, como el de las Viudas, que pocos podrían identificar. En España, Días como el de Nelson Mandela, adquieren gran reconocimiento, mientras que otros pasan desapercibidos.

Son tantos ya los Días, Semanas y Años declarados que pueden pasarnos desapercibidos. 2017 es, por ejemplo, el Año Internacional del Turismo Sostenible para el Desarrollo. Es verdad que son demasiados días, pero es que en este mundo hay muchos más problemas que los que ocupan los 365 días del calendario.

Sin ir más lejos, acabamos de terminar la Semana Internacional de la Ciencia y la Paz. Tan sólo en la última semana se conmemoraban el Día Mundial de la Diabetes, el Día Internacional para la Tolerancia, el Día Mundial de la Filosofía, el Día en Recuerdo de las Víctimas de los Accidentes de Tráfico y el del Retrete, que bien pudiera parecer día menor, pero que veríamos de otra manera si nos encontrásemos entre esos 2.500 millones de personas que carecen de baño, retrete, ducha, agua y saneamiento básico en sus viviendas.

El caso es que el 20-N, las Naciones Unidas conmemoran el Día Universal del Niño y de la Niña y no quisiera que pasase desapercibido. Sobre todo porque, aunque suene a obviedad, de los niños y niñas de hoy dependerá el futuro de mañana, la calidad de nuestras vidas y de la vida en el planeta, los empleos, las pensiones que cobraremos los ancianos de turno, los afectos que circulen por el mundo. Vaya, que ellos y ellas son el futuro que espera.

El Día en cuestión cae en lunes. Mal día. Aún así, podemos dedicar un tiempo, ese día, o el de antes, o el de después, o cualquier otro día, a pensar en los más de 160 millones de niños y niñas que padecen desnutrición crónica en nuestro planeta. Los 168 millones que sufren el trabajo infantil. Los 18.000 niños y niñas que mueren cada día por causas que podrían evitarse, como diarreas, malaria, neumonía. Los 250 millones que no van al colegio. Todo ello, por no profundizar en la brutal situación de 300.000 niños y niñas soldado.

Si no queremos ir tan lejos, si nos quedamos en España, tampoco faltan motivos para la reflexión sobre nuestra infancia. Tal vez menos dramáticos, pero preocupantes, en un país que presume de formar parte de la Unión Europea. Casi uno de cada cuatro niños españoles no consigue el título de educación obligatoria. El Abandono Escolar Prematuro afecta al 20 por ciento de nuestros jóvenes. Claro que nuestro país dedica un punto porcentual menos de su Producto Interior Bruto (PIB) que la media europea a centros educativos. Un 3´7 por ciento en España, frente al 4´7 por ciento en la media europea.

Pero el problema no es sólo educativo. Uno de cada tres niños y niñas se encuentra en riesgo de pobreza y exclusión social en España. Y eso también tiene explicación cuando comprobamos que nuestro país dedica un 1´3 por ciento de su PIB a ayudas a la familia y la infancia, cuando la media europea es del 2´3 por ciento y países como Francia dedican un 2´5 y un 3´7 por ciento en el caso de Dinamarca. Obviamente, en estos países, la pobreza infantil es casi inapreciable. Sólo Rumanía y Bulgaria hacen menos esfuerzo que nosotros en Europa.

El Día Universal del Niño se conmemora en el mundo desde que así lo decidiera la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1954. A la vista de los datos parece evidente que no sobra ninguna reflexión, ningún esfuerzo, para superar esta situación, fuera y dentro de nuestro país.

Para afrontar el próximo 20-N propongo comenzar reflexionando sobre una frase de la pedagoga y educadora italiana María Montessori: El niño, con su enorme potencial físico e intelectual, es un milagro frente a nosotros. Este hecho debe ser transmitido a todos los padres, educadores y personas interesadas en niños, porque la educación desde el comienzo de la vida podría cambiar verdaderamente el presente y futuro de la sociedad.

Personalmente no soy tan optimista. La humanidad se ha mostrado muy capaz de derrotar las mejores voluntades, dilapidar los mayores medios y recursos y  prescindir de las personas más válidas, impidiendo esos cambios reales del presente y del futuro de nuestras sociedades. Esto ocurre no sólo en política, sino en economía y en otros muchos ámbitos de la sociedad. Sin embargo, hay problemas ante los que no cabe ser escépticos sin dejar de sentirte humano. Y éste de los derechos humanos de los niños y las niñas en este país, cada vez más pequeño, en el que se ha convertido nuestro planeta, es uno de ellos.

 


L´esquerra al vent

noviembre 12, 2017

Hace unos días unos amigos de La Izquierda me invitaron a participar en un acto en el Ateneo de Madrid. Presentaban un Manifiesto en el que realizaban un llamamiento a la unidad de la izquierda, para recuperar el protagonismo de las fuerzas progresistas en la superación de una situación política y económica que trae al país por la calle de la amargura.

Saben mis amigos que no milito en ningún proyecto político en estos momentos. Por eso me piden que mi intervención se dedique a explicar cómo veo hoy la izquierda y las posibilidades de unidad de la misma. No parece tarea fácil, cuando la izquierda se manifiesta incapaz de conjurar la maldición del sectarismo y la división.

Uno es de izquierdas por nacimiento, por convicción, o por las dos cosas al mismo tiempo. Mi abuelo paterno vivía en la Sierra de Guadarrama, pertenecía a la UGT y al PSOE. Ya he contado en otras ocasiones que partió voluntario a la guerra con sus 42 años a cuesta (le llamaban el abuelo) y nunca volvió. Aún no sé dónde murió. Dejó mujer y tres hijos. Luego, mi abuela, recogió a una niña huérfana del pueblo y ya eran cuatro hijos en esa familia sin padre.

En la otra rama de la familia, mis abuelos maternos dirigían las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU), en su pueblo, cercano a Talavera de la Reina. El avance de las tropas sublevadas el 18 de julio del 36 les llevó a huir por los caminos para llegar a Madrid. Mi abuelo combatió, fue soterrado por una bomba y terminó pagando con la cárcel su osadía. Mi abuela también fue encarcelada, en la misma cárcel en la que se encontraban las 13 Rosas. Sus siete hijos repartidos entre familiares y hospicios.

Ese es mi ADN. Pero el destino no está escrito. Podría haber acabado siendo de derechas, conservador, o fraile. Pero también, en este caso, la vida se conjuró para que viviera en un barrio obrero. Un barrio rodeado por fábricas como Marconi, Barreiros, Standard Eléctrica y pespunteado con pequeños comercios y talleres.

La gente decente que he conocido era, casi siempre y mayoritariamente, de izquierdas. Fueron esas personas trabajadoras las que condujeron mi personal transición hacia la democracia. No sabíamos qué cosa sería aquello. La libertad, a fin de cuentas, era un  sueño siempre postergado en la pesadilla del franquismo.

Por eso, ahora, cuando veo algunas gentes poner en solfa y cuestión aquel camino, eso que llaman, despectivamente, el régimen del 78, no puedo dejar de sentir tristeza por la tremenda injusticia que se comete con cuantos combatieron el franquismo e hicieron palanca para traer la libertad.

Para entender aquel momento y las decisiones que tomaron hay que recordar lo que decía Largo Caballero, en Berlín, tras ser liberado en 1945, por el Ejército Rojo, del campo de concentración nazi de Sachsenhausen: Hace algunos años, en un mitin celebrado en el cine Pardiñas de Madrid hablamos Besteiro, Saborit y yo. En mi peroración dije, Si me preguntan qué es lo que quiero, contestaré República, República, República. Hoy si me hicieran la misma pregunta respondería: Libertad, Libertad, Libertad. Pero libertad efectiva; después ponga usted al régimen el nombre que quiera.

No había dejado de ser, el Lenin español, socialista y republicano. No se había hecho monárquico, ni mucho menos fascista. Había entendido la necesidad de priorizar la libertad, tras el horror sembrado por el terror nazi. Esas son las banderas que la izquierda no puede dejarse arrebatar. Las banderas de la libertad, la igualdad y la solidaridad.

Para ello la izquierda necesita unidad, que no uniformidad. El mérito no consiste en unir a los que piensan igual, sino en mantener unido lo diverso y plural. Aceptar el debate a tumba abierta, respetar las decisiones mayoritarias, integrar a quienes quedaron en minoría. Abandonar la enfermedad infantil del egoísmo sectario que nos hace creer que nuestras pasiones coinciden con el interés general.

Esa es hoy la responsabilidad de la izquierda española. Construir la unidad para que el momento histórico que afrontamos se resuelva a favor de quienes más necesitan sentirse libres e iguales.

Hubo un día en el que tiramos la estaca. Hoy la responsabilidad exige ponerse en marcha, recorrer nuestro propio camino, Nosaltres al vent, la cara al vent, el cor al vent, les mans al vent, els ulls al vent, al vent del mon.


Formación, tenemos un problema

noviembre 5, 2017

Los medios de comunicación se hacen eco de que las organizaciones empresariales CEOE y CEPYME han iniciado una ronda de encuentros con grupos parlamentarios del Congreso de los Diputados, para presentar una propuesta de Ley de Formación, a la que han denominado de Formación Profesional en el Trabajo, con la cual pretenden reemplazar la actual Ley 30/2015 por la que se regula el Sistema de Formación Profesional para el Empleo en el ámbito laboral.

El intento merece un comentario y tiene su aquel. Es verdad que la Ley actual fue remitida hace dos años por el gobierno al Congreso y fue aprobada con un nivel de consenso que no se corresponde con el alto grado de incumplimiento de sus objetivos que luego ha demostrado, traicionando todas y cada una de las expectativas creadas y promesas públicas realizadas para justificar aquella reforma impuesta de la formación, que no contó con el acuerdo de empresarios y sindicatos.

De hecho, la única convocatoria estatal de formación que se ha puesto en marcha tras la aprobación de la ley, se ha dilatado en el tiempo para su resolución y se ha visto acompañada por el escándalo. Ha demostrado que los males perviven, que la libre concurrencia desordenada de “expertos” en la captación de subvenciones ha convertido la formación en un pantano ingobernable. Ha vuelto a poner de relieve que merecería la pena afrontar, sin tardanza, la negociación de un pacto político y social en torno a la Formación Profesional de los trabajadores y trabajadoras en nuestro país.

No es mala idea, me parece, proponer una nueva Ley. Sólo que eso debería ser el resultado de una negociación previa para no sustituir la imposición del gobierno por la imposición de otra de las partes en conflicto. Dirán los responsables empresariales que otros pueden presentar sus propuestas y, ya si eso, luego las compaginamos.

Pero hubiera sido mejor que los sectores empresariales hubieran negociado con los sindicatos, para luego dirigirse al gobierno y a los partidos políticos con una propuesta conjunta. Nos ahorraríamos tiempo y estériles debates. Un problema de método, dirán entonces, pero es que el método en política es muy importante. Que se lo pregunten a un tal Carles.

Claro que, si lo hubieran hecho así, los sindicalistas les podrían haber espetado que, “ya puestos, por qué hablar sólo de la formación, que os trae por la calle de la amargura, y no de salarios, jornadas de trabajo, combate contra la precariedad, de Salario Mínimo Interprofesional, salud laboral, o de contratos decentes… De la negociación colectiva, vaya”. Y, claro, eso no.

El motivo es que la cúpula empresarial considera que lo primero para los empresarios debe ser “recuperar los altos beneficios empresariales y, cuando nos hayamos hartado, ya caerán las migajas de la mesa, casi por sí mismas, por hartazgo, por hastío, hacia las bocas de los trabajadores, aunque sea en forma de salarios de miseria y empleos precarios. La modernidad es eso. El futuro es así, inevitablemente”.

Han preferido, de nuevo, ir a lo suyo. El propio nombre que han elegido para la ley lo deja claro: Formación Profesional en el Trabajo, frente a Formación Profesional para el Empleo. Dicho de otra manera, las organizaciones empresariales plantean utilizar los recursos de la cuota de formación para formar a quienes ya tienen trabajo y, exclusivamente, en función de las necesidades de la empresa. Incluso los parados que, cuando tenían empleo, habían cotizado a la seguridad social, serían objetivo residual de esta ley. Y eso no es justo. Y lo saben.

Saben que vivimos en una sociedad de alto paro estructural, a causa de un tejido productivo que aporta muy poco valor añadido y que obtiene beneficios para los empresarios a costa de salarios bajos y de una rotación permanente de los trabajadores.

En estas condiciones, salvo unas pocas grandes y medianas empresas que invierten en cualificación de sus trabajadores y trabajadoras, el resto de la formación tiende a convertirse, casi exclusivamente, en una forma de retorno de las cotizaciones de formación, utilizando para ello las bonificaciones empresariales, a cambio de facturar algunos cursillos de formación. O en un requisito molesto, pero fácilmente sorteable y hasta eludible, cuando realizas un contrato laboral que incorpora compromisos de formación a cambio de pagar menos cotizaciones a la Seguridad Social. Basta ponerte en manos de “buenos” asesores de formación y puede que no tengas ni que hacer formación. O como mucho una cosita a distancia.

Se olvidan, además, de que la formación, a lo largo de toda la vida, es un derecho de la persona y una necesidad para el futuro de las empresas. La formación mejora la posibilidad de encontrar empleo, de promocionar, de cambiar de categoría profesional, puesto de trabajo, empresa, o de profesión.

La formación es el mejor capital de los trabajadores. El trabajo y nuestra formación es aquello con lo que contamos, casi lo único con lo que contamos, para abrirnos camino en la vida, atender las necesidades familiares, obtener derechos futuros a una pensión, o una prestación por desempleo.

Es incomprensible que, cuando los organismos europeos y las experiencias sobre mejores prácticas en materia de formación, aconsejan que los procesos y planes de formación de los trabajadores y trabajadoras sean fruto de la negociación entre empresarios y trabajadores, en el marco de la empresa y a niveles sectoriales, la CEOE y la CEPYME sigan considerando que la formación es competencia exclusiva del empresario y que los trabajadores y trabajadoras no tienen nada que decir al respecto, salvo ser informados.

El gobierno, con su ley, ha destrozado el sistema de formación para el empleo. Los empresarios, con su propuesta de Ley, ofrecen la exótica solución de establecer una dictadura del empresariado sobre la formación de los trabajadores y trabajadoras. Sin participación alguna, por lo tanto, de quienes tienen necesidad de  formarse y deberían tener mucho que decir sobre en qué formarse y cómo hacerlo.

Vivimos un tiempo en el que el cómo es tan importante como el qué. Y en este caso, las propuestas de una de las partes (las organizaciones empresariales), son formuladas unilateralmente, de forma egocéntrica y, además, lo hacen sin tomar en cuenta las necesidades, los intereses y las preocupaciones de los demás actores de la formación en nuestro país, ya sean sindicatos, o administraciones.

Comenzar la casa por el tejado es lo que tiene. Te ves obligado a cubrir aguas y poner la bandera, antes de que los muros y sus cimientos hayan sido construidos, consolidados y reforzados, de forma que sean capaces de sostener un entramado tan complejo. Aunque la intención inicial fuera buena, ni el cómo, ni el qué, hacen posible aceptar esta propuesta empresarial como animal de compañía.


Acoso a artistas

noviembre 5, 2017

Hace poco leí una noticia en los medios de comunicación sobre las denuncias de algunas grandes actrices estadounidenses contra el superproductor Harvey Weinstein por acoso sexual. Todo un escándalo de agresiones que ha destapado uno de los inframundos sustentan el suelo sobre el que se construyen los escenarios y platós de la industria cinematográfica.

Al parecer, el miedo a no trabajar y ver arruinadas sus carreras profesionales ha permitido que el silencio imperase durante mucho tiempo en torno a un escándalo que era ampliamente conocido, pero no publicitado fuera del inframundo en cuestión.

Un suplemento periodístico dedicado a la mujer ha decidido preguntar a unas cuantas actrices españolas, para saber si la situación en España era la misma. Para ello se ha dirigido a algunas actrices conocidas, como Aitana Sánchez-Gijón, Carla Hidalgo, Ana Gracia, o María Valdivieso.

La respuesta generalizada ha sido que nuestro país no es muy diferente del Imperio en estas cuestiones de acosos sexuales, amenazas y chantajes para obtener un papel. O eso, o no hay trabajo que valga. No todo es así, evidentemente, pero hay ejemplos notorios y silenciados.

He recordado que un amigo mío contaba que su incipiente y casi non nata carrera musical, se vio malograda, merced a una negativa dirigida a un conocido crítico musical y comentarista en los medios. Mis amigos de la Unión de Actores me han referido, no pocas veces, que en una profesión tan desregulada, precaria, temporal y caprichosa como ésta, no faltan abusos, atropellos y arbitrariedades. No importa cuán cualificado te encuentres. Tus oportunidades poco tienen que ver con ello.

Tengo dos hijas que se dedican a este mundillo y, a través de su experiencia, puedo comprobar cada día lo difícil que es abrirse camino en esta profesión. Hay países europeos, conozco el caso de Bélgica, que conceden un Estatuto del Artista a quienes demuestran cada año que esa es su forma de vida principal.

Ese “status” no se regala, sino que se concede cuando se demuestra objetivamente la condición de artista. Permite acceder al desempleo cuando no se trabaja y dejar de cobrarlo cuando se producen ingresos por la actividad artística, o facilita el acceso a asesoramiento y ayuda en los temas más complejos para un artista, como contratación, facturación, o declaración de impuestos.

Pero claro, Bélgica es un país avanzado, aún con crisis y recortes, al que le preocupa seguir siendo referente cultural en Europa y en el mundo. De hecho conozco artistas españoles que actúan por Europa, con ayuda de la Embajada Española, la marca España y hasta el Instituto Cervantes, mientras que aquí no consiguen abrirse camino de forma alguna. Nuestra juventud sabe que para trabajar hay que probar suerte del lado de allá de las fronteras.

Y no es un problema de derechas o izquierdas, porque esas definiciones, en muchas ocasiones y desgraciadamente,  parecen ser tan sólo los apellidos que identifican a los caciques del lugar, elegidos, cooptados por el partido, o de carrera. La dedocracia, el amiguismo, el enchufismo, siguen siendo prácticas comunes, frecuentes y “admitidas” como animal de compañía en demasiados departamentos administrativos.

No hace mucho tiempo, paseaba por unas fiestas de barrio, amenizadas por un nutrido grupo musical. Me saludó la presidenta de la Asociación de Vecinos, que compartía mesa en la terraza de un bar, con el concejal del distrito. Comenté algo sobre la calidad de la música y la respuesta inmediata y satisfecha de aquella buena mujer fue que el grupo actuaba sin cobrar un duro.

Quizá sonó descortés mi respuesta, cuando le dije que quienes limpiasen la plaza, las calles y el parque, tras la fiesta, seguro que cobrarían un salario. Y que quienes ponían el escenario y las luces, mal que bien, también pasarían factura. En cuanto a los del bar, cobrarían las cañas y raciones servidas.

Pero en España la cultura es otro mundo. Tiene valor aleatorio y no tiene precio. Si te lo montas bien, te contrataré de vez en cuando y si, también de vez en cuando, me lo haces por la jeta. Las vidas de nuestros músicos y gentes de la escena, no son muy distintas de la que transitaron sus antecesores medievales y hasta nuestros días. En España hay cosas que nunca cambian. El acoso a los artistas y el desprecio a su trabajo, tampoco.