COMO SI FUERAMOS ABOGADOS DE ATOCHA

enero 21, 2015

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Miro esa foto en la que Enrique Lillo, abogado de CCOO, sale de los tribunales arropado por cientos de trabajadores y trabajadoras de Coca-Cola. Han ganado una sentencia que exige a la multinacional recolocar a quienes han sido ilegalmente despedidos y han obtenido, de nuevo, el reconocimiento judicial de que la multinacional tiene la obligación de ejecutar la sentencia.
Cuando las personas ven reconocidos sus derechos su alegría es clara, abierta, transparente. Se sienten parte de un grupo humano (los espartanos, han decidido llamarse, los espartaquistas, quiero llamarles yo), capaz de imponerse a las decisiones injustas del dinero y del poder.
Se sienten parte de una maquinaria de solidaridad, en la que los trabajadores y sus familias, los defensores del derecho, el resto de trabajadores organizados en el sindicato, son capaces de vencer los designios de esos endiosados altos ejecutivos, que se sostienen por la complicidad del poder político, y por la compra de voluntades de unos medios de comunicación, obligados a sobrevivir con sus ingresos publicitarios.
No se entiende, de lo contrario, cómo es posible este atronador silencio de cadenas, públicas y privadas, periódicos, tertulianos de todos los colores, ante una empresa que incumple sentencias, mientras hablan, sin empacho alguno y cada día, de corrupciones, corruptelas y corruptos.
Dicen que las CCOO cuentan con los mejores abogados laboralistas de España. De esos que estudian y pelean cada caso, sin darlo nunca por perdido. De esos que no te engañan con falsas promesas y con los que sabes, en todo momento, qué te estás jugando. Tenemos abogados como Enrique Lillo, Antonio García, las Evas del Gabinete Confederal. Tenemos una cantera de abogados y abogadas que han extendido su presencia y la influencia del laboralismo, a la judicatura, como en el caso de Manuela Carmena; en despachos propios, como Cristina Almeida; o a las universidades, de la mano de otros, como Antonio Baylos, Collado, Aparicio. Tenemos cientos de personas que en cada sede de CCOO, asesoran y defienden a los trabajadores y trabajadoras.
Para quienes creen que las cosas son lo que son por una especie de gracia divina y que lo que hoy tenemos es un regalo, conviene recordar que esta raza de laboralistas no surgió por generación espontánea. Se forjaron en las luchas de los barrios y las fábricas, defendiendo a los trabajadores y la ciudadanía, cuando los derechos aún no existían, porque la esencia de aquella dictadura, la esencia de cualquier dictadura, consiste en la vulneración sistemática y programada de los derechos más elementales.
El 24 de Enero se cumplen 38 años del asesinato de los Abogados de Atocha. Nueve abogados reunidos en la calle de Atocha, número 55, repasando los casos en los que trabajaban, vinculados al incipiente movimiento vecinal, que brotaba con pujanza en los barrios. Eran ellos, entre otros cientos, por toda España. Eran ellos, allí, aquel día, porque habían intercambiado la sala con otro grupo de abogadas y abogados, que en ese mismo momento se encontraban reunidos en un piso situado pocas decenas de metros más abajo, en la misma calle.
Todas y todos, habían ido surgiendo al calor del primer despacho laboralista que abrió en Madrid María Luisa Suárez, junto a Antonio Montesinos, José Jiménez de Parga, Pepe Esteban. Los abogados jóvenes que salían de la Facultad de Derecho, desembarcaban en este despacho y terminaban creando los suyos propios, movidos todos ellos por el mismo deseo de libertad y defensa de los derechos.
Por eso recordar cada año a los de Atocha, es mucho más que rendir homenaje a los abogados asesinados por una dictadura ya sin dictador. Enrique Valdevira, Luis Javier Benavides, Francisco Javier Sauquillo, Serafín Holgado, Angel Rodríguez Leal. Heridos para siempre quedaron Dolores González Ruiz (mujer de Francisco Javier Sauquillo, que se encontraba embarazada y perdió a su hijo), Luis Ramos, Miguel Sarabia y el hoy Presidente de la Fundación Abogados de Atocha, Alejandro Ruiz-Huerta.
Recordar cada año a los Abogados de Atocha, es también rendir homenaje a cuantos les precedieron, a cuantos compartieron su lucha y su trabajo, a cuantos vinieron después de ellos y, con empeño indomable, han defendido, durante todos estos años, a la clase trabajadora y a la ciudadanía. Aquí y en cualquier lugar del mundo.
Es, cada año, en el nombre de los de atocha, reconocer el trabajo de cuantos defienden los derechos, la libertad, la convivencia democrática. A quienes lo hicieron en el pasado y a cuantos lo siguen haciendo ahora. Este año los premiados son la jueza argentina María Servini, por toda una vida dedicada a la justicia en Argentina y a la justicia universal, por la causa abierta contra los crímenes y torturas del franquismo.
Y junto a este premio, un reconocimiento a los actores y actrices que protagonizaron la primera huelga en defensa de reivindicaciones tan esenciales (me atrevo a decir que, desgraciadamente, tan modernas), como un salario mínimo, o como no trabajar los siete días de la semana, con dos representaciones diarias. Juan Diego y Concha Velasco, recogerán este reconocimiento, en nombre de todos aquellos actores y actrices que plantaron cara a la opresión, en plena noche del franquismo.
Hoy, cuando hay quienes niegan que la clase trabajadora tan siquiera exista, cuando parece que es necesario a todas horas demostrar lo evidente, es de agradecer que haya quienes siguen luchando «como si fueran clase trabajadora», quienes siguen peleando por su empleo, acampados a la puerta de la fábrica de la multinacional Coca-Cola, en Fuenlabrada.
Es de agradecer que, contra viento y marea, haya quienes se siguen organizando «como si fueran sindicalistas» y quienes luchan por nuestra libertad y nuestros derechos, «como si fueran abogados y abogadas laboralistas en Atocha».
Francisco Javier López Martín


FORMACIÓN EN TU EMPRESA

enero 15, 2015

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La formación es un derecho de cada persona, trabajadora o no. En el caso de los trabajadores y trabajadora, es la propia Constitución la que reconoce este derecho. Tenemos derecho a trabajar, a elegir profesión y oficio, a la promoción profesional y a una remuneración suficiente para satisfacer nuestras necesidades y las de nuestra familia (artículo 35). Tenemos también derecho a que los poderes públicos garanticen nuestra formación y readaptación profesional (artículo 40).
El problema, como en otros muchos casos, es que son muchos los artículos de la Constitución que no se cumplen. Una parte importante de la desconfianza de la ciudadanía en la política estaba, precisamente, en la incapacidad de los políticos y los partidos, para hacer realidad el ejercicio de los derechos constitucionales. En el caso de la formación de los trabajadores y trabajadoras esta situación ha llevado a un desconocimiento abrumador de los derechos más elementales en esta materia.
Son muchas personas trabajadoras las que nos preguntan si es verdad que tienen derecho a 20 horas anuales de formación en jornada laboral. Son demasiadas las ocasiones en las que hay que explicar que los fondos y recursos de la formación los pagamos las empresas y los trabajadores. ¿Cuántas trabajadoras y trabajadores saben que pueden pedir un permiso retribuido de 200 horas para asistir a cursos de formación? ¿O que si te cambian de puesto de trabajo en la empresa, ésta tiene la obligación de formarte para ese nuevo puesto en horas de trabajo? ¿O que todos los trabajadores y trabajadoras pagamos a las empresas la seguridad social de las personas contratadas con contratos de formación y aprendizaje?
Preguntas y dudas que nos plantean los trabajadores y trabajadoras, pero que también nos formulan muchos delegados y delegadas, responsables de secciones sindicales y miembros del comité de empresa.
Por eso hemos puesto en marcha este nuevo servicio de libre acceso para cuantas y cuantos lo necesiten. Una Asesoría de Formación en tu empresa.
No tienes más que entrar en la página web http://www.forem.es, o directamente en la de http://www.ccoo.es y buscar la Asesoría de Formación en tu Empresa. Allí, rellenando un breve formulario, podrías consultar tus dudas y problemas que serán resueltas por personas con experiencia y que pertenecen al mismo sector que tú.
Dudas sobre los derechos de la Representación Legal de los Trabajadores, sobre permisos individuales de formación, sobre el análisis y detección de necesidades formativas y el plan de formación de tu empresa, sobre la gestión de las bonificaciones para la formación. Sobre la formación dual, o las prácticas no laborales.
La asesoría de formación en tu empresa de CCOO, es un servicio online, pero con personas que cuentan con mucho trabajo sindical a sus espaldas. Es un servicio online, pero que se transforma en una atención personal, cara a cara, en un local de CCOO, o en la propia empresa, cuando tú lo necesites.
Ponemos en marcha la Asesoría de Formación en tu Empresa porque somos sindicato, es decir, trabajadores y trabajadoras organizados. Porque estamos en las empresas y formamos parte de tu futuro y del futuro de tu empleo.
Creamos este servicio porque la formación es un derecho y una necesidad. La formación te acompañará toda la vida, aunque cambies de empleo y de empresa. La formación es tu derecho y no puedes perderlo.
Queremos que utilices este servicio y nos ayudes a mejorarlo, para ti, ya seas trabajador o trabajadora; representante sindical de tus compañeras o compañeros; miembro de un comité de empresa.
Queremos que seas protagonista de tu formación, que puedas participar y negociar los planes de formación en tu empresa, desde el análisis de necesidades, hasta la evaluación de la utilidad de cursos, pasando por el control y seguimiento de los procesos de formación.
Porque tu formación es la mejor garantía de tu empleo y del futuro de tu empresa. La mejor garantía de que los jóvenes que se incorporan con contratos de formación, o prácticas no retribuidas, lo hagan, desde el primer momento, con todos sus derechos.
En el paro, o con un empleo, no estás sola, no estás solo. CCOO está contigo porque CCOO somos tu misma, tu mismo, cuando te organizas. CCOO te ofrece, con esta Asesoría para la Formación en tu Empresa, un punto de encuentro, para ayudarte en tu formación y en la de tus compañeras y compañeros en la empresa.

Francisco Javier López Martín


Charlie Hebdo era yo

enero 9, 2015

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Al principio era aquel niño de vientre hinchado en brazos de su madre en Etiopía. Y, un momento después, era aquella niña que huía abrasada por napalm en un camino vietnamita. Fui también un bebé en un hospicio de la Rumanía de Ceaucescu y, otra vez, una niña secuestrada por los milicos argentinos y entregada a una familia de militares uruguayos, o paraguayos, ya no lo recuerdo bien. Pero también he sido niño palestino acribillado por la metralla de una bomba israelí. Y dos niñas más. La primera de ellas, vio como su padre acababa con la vida de su madre en un pueblo de España. La segunda, fue secuestrada en Nigeria, sometida a la ablación y casada con un viejo señor de la guerra. También era el niño que, entre miles de niños, reciclaba cientos de toneladas de basura en un vertedero brasileño.

Luego crecí y fui aquellos dos jóvenes en llamas en la Plaza Wenceslao, mientras los tanques soviéticos ocupaban Praga. Pero antes fui joven manifestante en París y en Berlín. Y, como no, en Washington, contra la guerra de Vietnam. Fui un joven poeta fusilado en un barranco de Granada, una noche de agosto, antes de ver un nuevo amanecer. Y el joven cantautor con las manos mutiladas y asesinado en el Estadio Nacional de Santiago de Chile. Y la joven aplastada por una excavadora en la franja de Gaza, al intentar impedir la demolición de una vivienda palestina. Y aquel otro joven ante los tanques del ejército popular en la Plaza Tiananmen.

Pero el tiempo no pasa en balde y con esos antecedentes, estaba cantado y hasta se podía leer en las estrellas, que si me daba por volver a nacer en España, terminaría siendo un abogado en Atocha, o un sindicalista en Carabanchel. O tal vez, una de las despedidas en un ERE de Coca-Cola. Una ahogada en el naufragio de una patera. Un padre sin trabajo. Una madre sola y con hijos, también sin trabajo y, para más INRI, desahuciada.

Pero cuando me ha dado por nacer por esos mundos de Dios, Alá, Yahvé, Jehová, o como quiera que se llame (que hasta por estas cuestiones nominalistas se puede liar parda), tampoco me ha ido mejor. Me han torturado, encarcelado y baleado en prisiones chinas, en los gulag soviéticos, en Guantánamo, en las selvas del Amazonas y en las del Congo. En Sudáfrica, en Israel y en Siria. Cuando llegan victoriosos los partidarios de cada dios, o las facciones, fracciones y fracturas de cada modalidad divina (incluidas las del dios dinero), siempre me han pillado en medio. A mí, a mis hijos e hijas, a mi mujer y a mis mayores, a mis amigos.

Si alguna vez he conseguido llegar a viejo, me hube de morir en Isla Negra, de pura tristeza, tras el golpe militar contra mi compañero Presidente. Otras veces he muerto solo, en una vieja casa, después de que los míos hubieran partido lejos, buscando una vida mejor. He cuidado a mis hijos, mis nietos y, no pocas veces, a mis bisnietos. A otros viejos, a discapacitados, a los hijos abandonados por otros, a los hijos que han perdido a sus padres. Siempre que he llagado a estas edades, he terminado comprendiendo que nací para sufrir y que el sufrimiento es la vida. Me río de cuantos presumen que no han venido a esta vida para sufrir, porque no saben lo que es la vida. O, a lo peor, es que hay dos clases de vida y yo siempre he nacido en la equivocada.

Esta última vez dibujaba en el Charlie Hebdo. Nunca pretendí dibujar grandes Dioses, así con mayúsculas. Tan sólo caricaturas de dioses menores, de diosecillos compasivos, de dioses de la verdad, capaces de reír y de reírse de sí mismos. Dioses blancos, dioses negros, dioses mestizos, dioses que hablan con los seres humanos y les incitan a reír. Nunca quise humillar a nadie. Pero alguien se lo ha tomado muy a mal y ha decidido matarme a tiros. Ya ves tú, a mí que siempre he recriminado, a las gentes del país en el que vivo, que sólo se hable de los musulmanes cuando se lían a tiros. Sin molestarse por acercarse a su cultura, sus maneras, sus formas de entender la vida. La misma vida que hoy me es arrebatada.

Y este mismo día, para una vez que se me ocurre ser policía, e intentar poner un poco de paz en mi país, desangrado por señores de la guerra, fracciones religiosas, e intereses extranjeros. Este mismo día, aquí en la capital, en Saná, una bomba acaba conmigo y con otros 36, en las puertas de la misma academia en la que nos íbamos a formar.

Muchos van a pensar que no tengo arreglo. Otros pensarán que no tengo patria. Pero, al menos unos pocos habrán entendido que, a estas alturas de la vida, en este renacer continuo, aquí y allá, mi única patria son los que sufren y mis extranjeros los que nos hacen sufrir. Algunos habrán entendido que, después de tanto nacer, crecer y morir y aunque ya no me queden ni fuerzas para reír, la risa no me la van a quitar. Porque esta risa mía es compasión en estado puro. Me lo enseñó Cortázar, allá en París… Y así uno puede reírse, y creer que no esta hablando en serio, pero sí se está hablando en serio, la risa ella sola ha cavado mas túneles útiles que todas las lágrimas de la tierra, aunque mal les sepa a los cogotudos empecinados…

Francisco Javier López Martín


2015, NO SE ME OCURRE OTRA MANERA

enero 3, 2015

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Y ha llegado 2015, como el niño deseado por todos. El año en el que comenzará la recuperación económica y podremos permitirnos algunas limosnas de ingeniería social, recuperando un buen puñado de votos perdidos, piensan unos. El año en el que consolidaremos un nuevo líder y romperemos la mala racha que nos dejaron los inexistentes brotes verdes, piensan otros. El año en el que se hará realidad el fenómeno mediático, se prometen felices unos terceros, aunque para ello haya que retranquear las protuberancias programáticas y limar las aristas que asustan al público en general. El año en el que lo que era pequeño, será grande y, en muchos casos, llave inevitable para la gobernabilidad de Ayuntamientos, Comunidades y el mismísimo Estado que, por más estigmatizado que se encuentre, no deja de ser menos deseado y deseable.
Son los sueños de los políticos. Porque 2015 es un sueño que se libra en la cama de la política. Estamos ante un año electoral y todo sueño que se precie aspira al poder que emana de las urnas. Tiene su lógica. Es el momento de la política. Tal vez por eso muchos de cuantos han emergido, a lo largo estos años, desde las filas de una sociedad hastiada de los recortes, aplicados como indiscriminada receta para superar la crisis, recomponiendo los beneficios y procurando un nuevo reparto de la riqueza en favor de los más ricos, se preparan para intervenir en política. Tal vez porque son muchos y muchas, los que no quieren que la desigualdad y la libertad sean las víctimas propiciatorias de todo este montaje al que llaman crisis.
Muchos líderes surgidos de los movimientos sociales, algunos de ellos nacidos del descontento, la indignación y el hartazgo de una política endogámica, cargada de vicios y acostumbrada a un devenir que poco o nada tiene que ver con el del común de los mortales, se presentarán al concurso político, junto a otros que esperaban su momento, recluidos en universidades, o en tareas profesionales. Se han sentido llamados a participar en la regeneración de una forma de entender la política que muestra signos evidentes de agotamiento, tras 35 años de trayectoria democrática y que acusa los golpes de una crisis económica, social y política con pocos precedentes.
No es malo que la política renueve sus caras, e incorpore gentes venidas de otros espacios. Muy al contrario, parece saludable la permeabilidad entre la cosa política y la marea de una sociedad en constante transformación. No es un mero asunto de renovación generacional, porque muchos de los nuevos actores políticos llevan toda su vida, más corta o más larga, interviniendo como actores sociales. Eran jóvenes concejales, asesores políticos, dirigentes de organizaciones sociales, líderes estudiantiles, profesionales con larga trayectoria, profesores de universidad, dirigentes sindicales.
Tampoco me parece que se trate, tan sólo, de poner en marcha una nueva política, aunque sí de aplicar nuevas formas de hacer política. Los nuevos órganos de dirección que surgen de los procesos de renovación en las fuerzas políticas tradicionales, o en los nuevos fenómenos políticos, no parecen especialmente preocupados por integrar la diversidad y la pluralidad de la sociedad que les nutre. Las direcciones que se configuran suelen ser monolíticas y abundan los llamamientos a los perdedores, para que se aparten a un lado, cuando no a que se vayan, en el caso de no compartir el proyecto ganador.
Hasta las primarias dejan muy poco margen a otra renovación que no sea la de las caras que figurarán en la cartelería electoral. No es poco, pero tampoco mucho, cuando comprobamos que parecen ser los aparatos internos, de uno u otro signo, más viejos o más nuevos, los que terminan imponiéndose a la hora de elegir no sólo al líder, al cabeza de turco en el caso de una derrota en las urnas, sino en la decisión sobre el resto de la lista electoral. Haz tu la ley y déjame los reglamentos, cuentan que decía Romanones.
Bien, en todo caso, por la renovación de personas, bien por la incorporación de jóvenes, bien por el ensayo de nuevas formas de hacer política que permitan más transparencia y participación. Sobre todo si consiguen establecer los controles y cortafuegos necesarios para acabar con la corrupción instalada en el centro de las instituciones.
Pero ni todo lo pasado fue malo, ni todos los políticos fueron corruptos, ni todo lo nuevo será bueno y mejor. Pensar lo contrario supondría que diéramos por bueno a Lampedusa y su famoso eslogan «revolucionario», Que todo cambie para que todo siga igual. Y no parece que sea eso lo que necesitamos como país y como sociedad.
Por eso creo que, aunque vivamos tiempos de política electoral, conviene fijar la atención en algunas de las raíces del problema que tenemos. La crisis española tiene componentes propios y hunde sus raíces en vicios que tienen que ver con un modelo de crecimiento poco sano, por no decir enfermizo. La alianza entre sectores inmobiliarios, financieros y políticos ha creado y mantenido, durante décadas, un espejismo de crecimiento con escasa base productiva y poco interés por la innovación, la investigación, la industria, la calidad de nuestros productos y servicios.
Pero además, la sociedad ha perdido protagonismo, interlocución, influencia en la política. Basta comprobar cómo dos huelgas generales y manifestaciones masivas contra las reformas y recortes laborales han sido ninguneadas sistemáticamente. Basta comprobar cómo protestas ciudadanas contra las políticas de recortes aplicadas en la educación, la sanidad, los servicios sociales, no surten efecto político alguno, salvo que se acerque un periodo electoral.
No se trata sólo de que las manifestaciones sean masivas, sino que no obtienen lectura alguna por parte de una política entregada a la autocomplacencia del gobierno de turno. Al principio parece que no pasa nada por proceder de esta manera, pero, mas temprano que tarde, comienzan a aparecer la incertidumbre, el desapego, la indignación y el rechazo, ante una política y unos políticos que no han entendido que son elegidos como representantes, que no como dictadores cuatrienales y que tienen la obligación de gobernar desde el diálogo permanente con la sociedad.
No es un problema constitucional, porque es nuestra Constitución la que asigna a los partidos políticos un papel vertebrador de la voluntad política y a los empresarios y sindicatos, a las organizaciones sociales, el de representar los intereses que les son propios. Es nuestra Constitución la que establece la obligatoriedad de los poderes públicos de asegurar la participación social en la política.
Solemos pensar que elegimos a alguien para gobernar y si lo hace mal lo cambiamos. Parece una fórmula sencilla y hasta útil, pero no lo es y además es nefasta. La política, como cualquier tarea humana que afecta a nuestras vidas, es tan importante para las personas, que no puede dejarse en manos exclusivas de los políticos.
Estamos ya en 2015. Se avecinan importantes citas políticas. Hay quienes anuncian grandes cambios de todo tipo. Esperemos que esos cambios no consistan en consolidar las injusticias perpetradas durante y en nombre del combate contra la crisis. Esperemos que los derechos usurpados sean restituidos y no pasen a formar parte del inventario de los beneficios de los ganadores de la crisis. Esperemos que tanto cambio no se ventile con un nuevo pacto entre la política y la economía, tras el que pervivan los problemas de fondo y todo quede reducido a un cambio de apariencias. Ya se sabe que las apariencia engañan.
Esperemos que esos cambios que se anuncian y avecinan, aseguren que el futuro de este país se asiente sobre bases económicas, educativas y sociales más sólidas y que esas bases vayan impregnadas de una cultura de la convivencia, que tenga que ver más con la honestidad y la dignidad, que con el pelotazo y el todo vale. Una cultura de la libertad, la igualdad y la solidaridad.
Y para que esto sea así no basta esperar a que las cosas ocurran. No basta elegir nuevos gobernantes. Será necesario algo más que manifestarse en las calles y protestar con ahínco renovado. Necesitamos construir una sociedad vertebrada y organizada que hable de tu a tu a la política. Que defienda sus intereses en la calle y en la propuesta creíble y realizable. Que desarrolle y consolide el Estado Social y Democrático de Derecho que establece la Constitución.
Necesitamos una sociedad que dialogue con el poder político y unos políticos que desarrollen su capacidad de mirar, escuchar y dialogar con la sociedad. El acuerdo entre los representantes de la sociedad y aquellos que son elegidos por la ciudadanía para gobernar un país, una comunidad autónoma, no debería ser algo excepcional, sino el pan nuestro de cada día.
Por eso, en estas primeras horas de 2015, no se me ocurre otra manera que ser sindicalista. No digo con ello que todos tengan que serlo, aunque no sería malo que quienes trabajan, o han trabajado, o se encuentran en el paro, se agrupasen en sindicatos para defender los valores y los derechos de todos los trabajadores y trabajadoras.
No niego que haya en la sociedad tareas tan dignas como ésta de ser sindicalista. Muy al contrario, creo que ha llegado precisamente el momento de que cada cual se enfrente al deber y la responsabilidad, puesto que la libertad es el ejercicio de una responsabilidad, de hacer bien aquello para lo que se encuentre más preparado. Ya sea la ciencia, la cultura, la albañilería, el comercio, la producción industrial, la enseñanza, la sanidad, o cualquier otra tarea humana.
Hablo, por lo tanto, en primera persona y a título personal. No se me ocurre otra manera que defender a los compañeros y compañeras de @cocacolaenlucha. A cuantos son perseguidos por ejercer su derecho a la huelga y la manifestación. A esas mujeres que combaten sin descanso por la dignidad de su trabajo, en las grandes superficies y cadenas comerciales, en la ayuda a domicilio, en la limpieza de edificios y locales, en los comedores escolares y de empresa. A cuantos ven amenazado su empleo, a quienes lo han perdido, a quienes nunca lo han tenido. A esas personas golpeadas por la crisis a las que se les niega el futuro.
En 2015, en esta España cargada de demonios, No se me ocurre otra manera que seguir en pie de guerra, en la lucha sindical. En mi caso, en las CCOO. Por lo demás, Feliz Año, a todas y todos.
Francisco Javier López Martín