Terror y trabajo

febrero 22, 2024

Dicen que la palabra trabajo proviene del latín tripaliare, el acto de atar a alguien a un artefacto de tres palos cruzados, el tripalium, para someterle a un castigo, desde azotarlo, hasta asarlo a fuego lento. Y es que el trabajo siempre ha tenido ese componente de servidumbre, tortura, sometimiento al terror impuesto.

Hemos llegado a un punto de la historia, a un momento en el tiempo, en el que la aceleración de la enésima revolución industrial, los avances de la digitalización, están alentando el surgimiento de visiones peregrinas como la del fin del trabajo, o tan estrambóticas como la de la terraformación de planetas como Marte.

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Los perdedores de la IA

febrero 22, 2024

Uno de los grandes debates solapados en los que vivimos, uno de los problemas con los que nos enfrentamos, una de esas obsesiones que subyacen bajo nuestro miedo, ese miedo que atenaza nuestras decisiones sobre el futuro, lleva el nombre de empleos amenazados.

La gran pregunta sin respuesta que nos hacemos es si en el futuro inmediato perderemos el trabajo y nuestras fuentes de ingresos por culpa de la digitalización. El poder de las máquinas sobre nuestras vidas no viene de ahora. Cada nueva herramienta ha cambiado nuestras vidas a lo largo de la Historia.

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Datos y control social

febrero 22, 2024

Comenzábamos a sufrir los embates de enfermedad, hospitalizaciones y muertes del COVID-19 y ya el gobierno de Corea del Sur imponía un control absoluto de los movimientos y de los datos personales de sus ciudadanos para estudiar en profundidad los contagios.

Inmediatamente, con la disculpa de contar con rastreos eficaces de casos fueron muchos los países de Asia y de Europa que dieron pasos en ese mismo sentido. La reacción de los pueblos no fue la misma. En algunos países se adujeron problemas éticos sobre dónde trazar las fronteras entre el abuso y las posibilidades reales de salvar y preservar vidas.

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De zorras y uvas

febrero 9, 2024

Podríamos hablar de esos agricultores españoles que cortan carreteras con sus tractores y producen el caos y el colapso en las entradas y salidas de nuestras grandes ciudades. Podríamos reflexionar sobre el hecho de que las organizaciones agrarias, como otras muchas organizaciones sociales, influyan más bien poco en estos estallidos sociales cada vez más frecuentes, que demuestran el calentamiento global de nuestro clima social.

Podríamos preguntarnos cómo muchos de estos nuevos movimientos de descontento se nutren de ideas acaparadas por la derecha y la ultraderecha. Al tiempo que piden ayudas y subvenciones exigen recortes fiscales que impedirían de inmediato cualquiera de esas ayudas, subsidios. Nadie quiere pagar, pero todos queremos cobrar cada vez más.

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IA, deprisa deprisa

febrero 9, 2024

La Inteligencia Artificial (IA) nos demanda cada día más atención, más dinero, más inversiones, mucha inteligencia humana aplicada a su desarrollo. Y, sin embargo, tanto esfuerzo se asienta en motivos que tienen que ver poco con la razón y mucho con la mitificación.

El mito de un potencial creciente de autoaprendizaje, profundo, automático de las máquinas. El mito de las posibilidades infinitas de la nube y de unas herramientas cada vez más poderosas y capaces de procesar datos de forma más eficiente y veloz.

Las nuevas tecnologías se han convertido en objetivo de inversores de todo tipo que quieren depositar ahí su dinero, sabiendo que los beneficios serán altos y rápidos. Todo gobernante quiere contar en su país, en su región, con la presencia de una corporación tecnológica, o un campus entero dedicado a las nuevas tecnologías, cueste lo que cueste.

No pasa un solo día sin que conozcamos un nuevo avance en el desarrollo de la IA que justifique estos furores inversores. Curas milagrosas, avances en tratamientos, soluciones a problemas climáticos, persecución de la delincuencia, gestión de archivos y documentos.

En los últimos tiempos la IA nos permite incluso la atención a usuarios de cualquier servicio utilizando voces humanas, escribir trabajos universitarios, artículos, cuentos y hasta poemas. Por nuestros movimientos al andar nuestro dispositivo móvil puede detectar la aparición incipiente de un problema de Parkinson, o puede alertar de un problema surgido en casa de una persona mayor que vive sola.

Así, los promotores del negocio de la IA nos han convencido de que las nuevas tecnologías son el ungüento amarillo, el elixir mágico, la piedra filosofal que puede solucionar cualquier problema. La IA, según esos negociantes, trabaja mejor que cualquier ser humano, puede sustituirnos y puede solucionar cualquiera de nuestros problemas. Sabemos que es mentira, que es un mito, pero necesitamos creerlo.

Nadie se preocupa de explicarnos que la IA no trabaja como nosotros sino que busca aceleradamente combinaciones de datos hasta lograr clasificar, ordenar, ofrecernos un diagnóstico, una previsión climatológica, una situación de riesgo. Por eso, sigue siendo necesario el papel del ser humano que interprete la pertinencia y adecuación de los resultados obtenidos por la IA.

Dicho de otra manera, la IA puede ganarnos utilizando las reglas de cualquier juego, pero tiene problemas de intuición, de aplicación del sentido común, que no puede resolver. La IA puede “aprender”, pero le cuesta manejar ese nonsense que caracteriza muchos de nuestros comportamientos, convicciones y hasta decisiones.

Hay quienes se han dedicado a convencernos de que muy pronto las máquinas superarán la inteligencia humana, aunque nadie nos garantiza que esa grandiosa capacidad de procesar miles de millones de datos utilizando algoritmos de aprendizaje automático deje de ser propiedad de esas grandes corporaciones que los acumulan y utilizan en su propio beneficio.

Entre unas cosas y otras, cunde la sensación de que nosotros, los humanos, no sólo somos mortales, somos absolutamente prescindibles. Al menos intentan convencernos de que debemos aceptar un destino subordinado a las decisiones que vayan tomando por nosotros los sistemas manejados por la IA.

Nos hacen creer que no trabajaremos y viviremos de una renta básica más o menos cuantiosa. Nadie tiene pruebas de que los empleos que se pierdan no se van a transformar en nuevos puestos de trabajo que requieran nuevas capacidades. Nadie lo sabe, pero todos parecen empeñados en convertirnos en esclavos de un nuevo poder al que llaman IA.

Y, sin embargo, nada está escrito aún, Nadie tiene por el momento el poder de decidir qué futuro nos espera, porque todo depende de si vamos a ser capaces de permanecer atentos al devenir de unos acontecimientos que no necesariamente nos terminarán convirtiendo en esclavos.


Premios a la inteligencia y esperpento artificial

febrero 4, 2024

Existe un cierto consenso no escrito sobre algunas buenas prácticas de quienes ejercen el gobierno de la Comunidad de Madrid. Una de esas buenas prácticas consiste en que el Presidente, o la Presidenta de turno, desde Ignacio González a Cristina Cifuentes, desde Ángel Garrido a Isabel Díaz Ayuso, como ya lo hizo Esperanza Aguirre en sus tiempos, asisten cada año al acto de entrega de los Premios Extraordinarios de la Educación Madrileña.

Los premios son concedidos tras un duro examen en todas las materias. Unos premios que siguen la estela de los premios estatales y de los creados en las Comunidades Autónomas, para reconocer el mérito, la capacidad, la inteligencia trabajada y el esfuerzo persistente de aquellos alumnos que han obtenido las mejores notas al finalizar sus estudios en la ESO, el Bachillerato, la Formación Profesional, o las Enseñanzas Artísticas.

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Orientación profesional, una necesidad real

febrero 4, 2024

Uno de los efectos de la pandemia ha sido el de facilitar la digitalización del mundo del trabajo. Las nuevas tecnologías han entrado con fuerza y aunque asuntos como el teletrabajo, tras un fuerte avance, han vuelto a retroceder notablemente, lo cierto es que las competencias y capacidades exigidas para desempeñar determinados puestos de trabajo han cambiado radicalmente.

En este contexto, la formación y la orientación laboral son muy importantes y deberían revisarse en profundidad. Es cierto que muchos países europeos realizan esfuerzos importantes para adaptar sus sistemas formativos y su orientación laboral, regulando las nuevas funciones formativas y orientadoras.

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Las tres muertes de Lola

febrero 4, 2024

Se han cumplido 55 años de la muerte, del asesinato, de Enrique Ruano. Tendría hoy 76 años, camino de 77. En términos actuales, Enrique era joven para morir. Y, sin embargo, con 21 años, murió sin haber cumplido los 22. Había sido detenido por la Brigada Político Social, “la secreta”, la policía política del franquismo el día 17 de enero, por repartir propaganda de CCOO.

Enrique pertenecía al Felipe, el Frente de Liberación Popular y el 20 le condujeron custodiado para realizar un registro de la vivienda, en la calle Príncipe de Vergara, en aquel entonces General Mola. Intentó escaparse, dijeron, tenía tendencias suicidas filtraron más tarde. Contaron que  saltó desde un séptimo piso antes de caer al vacío, tras recibir un balazo, como se demostró después. Así eran las cosas entonces. Nadie pagó nunca por ello.

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