Tiempos de pandemia y poesía

Vivimos tiempos extraños, muy extraños, tiempos desconcertantes en los que los centros de salud siguen cerrados para la enfermedad y las terrazas de los bares abiertas para tomar copas. Tiempos en los que las listas de espera de pruebas médicas tienden al infinito mientras las playas se encuentran atestadas de gente obcecada por tirarse sobre una toalla y meter los pies en el agua de mar. Los viejos siguen enfermando y muriendo en sus casas y en las residencias mientras sus nietos se atracan de virus en los botellones y en los parques, dispuestos a compartirlos luego con la querida familia.

Un mundo de locos, hemos descubierto un mundo atrincherado contra sí mismo, contradictorio y obnubilado, capaz de imponer sanciones y multas por doquier un día, para llamar inmeditamente a una nueva normalidad que consiste en la vieja anormalidad con mascarilla.

Escucho al ministro de sanidad explicar que  tenemos controlada la pandemia hoy, hoy controlada, porque ayer nadie daba abasto para ingresar, diagnosticar, tratar, aplicar respiradores, morir dignamente, enterrar con dignidad. Ni mascarillas, ni guantes, ni batas y trajes protectores tenían nuestros sanitarios.

Ahora sí, hay que reactivar la economía. Dudo que hayamos controlado la pandemia, pero hay que decir que sí, ya hemos vuelto a la normalidad del futuro, un absurdo remake de regreso al futuro. Lo dicho, de locos, no hay quien lo entienda. Por eso me asombra que en este desenfreno de pasiones y bandazos incontrolables haya quien sigue leyendo e interpretando el mundo con voces de poesía.

Se acaba de fallar el premio de poesía Andrés García Madrid, que concede la Fundación Ateneo 1º de Mayo de CCOO de Madrid. Andrés, un hombre del trabajo sindical de las CCOO, comunista de la primera hornada política de la transición democrática, concejal de cultura del primer Ayuntamiento de Getafe en esta etapa democrática.

Poeta de la tierra y de los barrios, de las periferias, animador insaciable de culturas y director de nuestra tertulia poética, antes de que Indio Juan, o Manuela Temporelli se hicieran cargo de ella. Allí di mis primeros pasos como poeta. Este año el certamen que lleva su nombre ha atraído a 849 poetas de todo el mundo de lengua hispana. Por primera vez a causa de la pandemia el jurado ha tenido que conceder los premios mediante votaciones a través de internet.

Un colombiano de Bogotá, Michael Benítez, se ha alzado con el primer premio, con un hermoso trabajo de prosa poética sobre La gramática de las hienas. Desde Badajoz, Vanessa Cordero nos remitió un magnífico trabajo en el que habla del hijo que nunca tendré y de la madre que jamás te podrá tener, un poema titulado La insolencia de una naturaleza maniatada a la soledad. El tercer premio venía de Madrid y hablaba de un jilguero, el milagro de la vida, La gracia de ser jilguero, escrito por Ildefonso Trallero.

Vivimos tiempos extraños, en los que es difícil utilizar tan sólo el discurso de la razón para explicar qué nos está pasando, cuando todo se reduce a contradictorios y contrapuestos juegos de intereses en confrontación abierta, cuando ni tan siquiera una pandemia que amenaza millones de vidas puede disuadirnos, sacarnos de la lógica suicida de continuar la fiesta en el punto exacto en que la habíamos dejado.

Tiempos en los que me sigue admirando que haya quienes recurren a la palabra, a la danza, a la música, o a la imagen, a la creación artística, para adentrarse en el misterioso mundo que se ha abierto ante nosotros, dibujar sus mapas, orientarnos en sus laberintos. La poesía constituye una poderosa herramienta para reconciliarnos con la vida, la nuestra y la de todo el planeta.

El jurado compuesto por poetas como Guadalupe Grande, Antonio Hernández, Manuel Rico, Leire Olmeda, María Pámpanas, Matías Muñoz y yo mismo ha querido destacar la importante participación en el Premio, la gran variedad de estilos, temas y calidad de los poemas, o poemarios, presentados a concurso.

Nos hablan mucho del turismo que ha sido golpeado por la pandemia, el destrozo del comercio, en la industria automovilística, los bares y restaurantes, el sector de la construcción. Nos hablan de reconstrucción. Pero poco, muy poco, casi nada, de que la nueva normalidad nos aporte más cultura, más arte, más poesía, más herramientas para entender e interpretar este nuevo mundo. Esas cosas no importan, son secundarias, accesorias,  prescindibles.

-Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan, sino que pediría medio pan y un libro. Y yo ataco desde aquí violentamente a los que sólo hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales.

Federico era un poeta al que si España hubiera escuchado, en lugar de llevarle ante el paredón, probablemente nos hubiéramos ahorrado mucha barbarie, un inmenso dolor y hubiéramos ganado inmensos espacios de libertad para aprender a convivir. Para eso vale la poesía en tiempos de pandemia.

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