La única manera de abrirnos camino para transitar por lugares donde impera la diferencia, la diversidad, la pluralidad, es la cultura. La cultura es nuestra identidad, la que nos ayuda a entendernos a nosotros mismos y a los demás en las circunstancias dolorosas, o en la celebración de los buenos momentos.
La cultura es, por lo tanto, mucho más que esos cientos de miles de personas que trabajan para que podamos ir al cine, al teatro, a comprar un libro, o sentarnos en el salón de casa a ver una serie de televisión, o una película. La cultura es la argamasa que permite unir a nuestras sociedades, construir espacios de convivencia, entendernos, aceptarnos.
La actividad cultural aporta algo más del 3 por ciento del Producto Interior Bruto (PIB) de nuestro país. No es ni la cuarta parte de lo que mueven sectores como la hostelería, el turismo, el comercio, o el propio y cada vez más minimizado sector industrial.
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