Cumpliría 100 años por estos días si no hubiera sido asesinado en condiciones que nunca han sido bien aclaradas, ni en sus motivos, ni en sus causantes, ni en las circunstancias que rodearon aquel crimen. Murió Pier Paolo Pasolini, brutalmente apaleado, en las inmediaciones de Ostia, cerca de Roma, una noche de noviembre de 1975.
Un discreto monumento conmemora su muerte en el litoral de Ostia. No lo he visto nunca, sólo en fotografías, o en aquella hermosa película, Caro Diario, en la que Nanni Moretti llega con su Vespa hasta el lugar donde fue golpeado hasta morir, para encontrar una estatua siempre deteriorada por golpes, pintadas, insultos entre los que nunca falta “cerdo comunista”, o “maricón”.
En algunas placas que rodean el monumento quedaron grabados algunos de los poemas de Pier Paolo Pasolini, entre ellos:
Solo, o casi, en la vieja orilla
entre ruinas de antiguas civilizaciones,
Ravenna
Ostia, o Bombay – es lo mismo –
con dioses desapegados, viejos problemas
– como la lucha de clases –
que
disolver…
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