El porcentaje de titulados superiores españoles es mucho mayor que en Europa. Sus problemas para encontrar empleo son mucho mayores que en la mayoría de los países de la Unión. Hay quienes achacan el problema a esa ineficaz e ineficiente, a veces inexistente, relación entre las empresas y los centros educativos de Formación Profesional (FP) y de la universidad.
Algo de eso hay cuando nuestras empresas son incapaces de beneficiarse de las capacidades y cualificaciones de nuestros universitarios y nuestros titulados en FP para mejorar sus servicios, sus productos, su capacidad de innovación. Sería un esfuerzo que sindicatos, empresarios y gobiernos deberían acometer sin tardanza y cuanto antes. Un reto que debería abordarse apartándolo de las tensiones políticas, económicas, o sociales, de cada momento.
Los organismos europeos nos llaman constantemente la atención para que mejoremos nuestra formación, para facilitar la formación permanente a lo largo de toda la vida y para facilitar los cambios, las transformaciones, la movilidad de las personas que trabajan.
Sin embargo, nuestros niveles de personas adultas participando en procesos de Formación Permanente se sitúan en el 11% y siguen por debajo de la media europea y muy lejos del objetivo del 25% en los próximos dos años, objetivo al que apuntan tanto desde el Parlamento Europeo, como el propio Consejo de Europa.
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